En 1919 nace el neoclasicismo, que rechazó las tendencias románticas e impresionistas. Esto contribuyó a formar un arte musical muy pulido, apoyado en un mayor respeto a las formas musicales y al refinamiento de la escritura.
El alemán Paul Hindemith fue uno de los principales defensores de esta tendencia y también luchó por la nueva objetividad, un movimiento nacido en Alemania que tendía a la sencillez y elegancia formal. Entre sus obras destaca la ópera «Mathias el pintor».
En Francia se fundó el «Grupo de los seis», integrado por Francis Poulenc, Darius Milhaud, Arthur Honegger, Germaine Tailleferre, Louis Durey y Georges Auric.
Ellos escribieron bajo las influencias de la nueva tendencia. En Italia sobresalieron Alfredo Casella y Gian Francesco Malipiero.
Igor Stravinski
A pesar de todos los nombres anteriores, representativos del neoclasicismo, el protagonista principal de esta corriente fue el ruso nacionalizado estadounidense Igor Stravinski. Él siempre buscó lograr mayores innovaciones musicales y fue un incansable investigador de la forma.
Con una gran habilidad para crear nuevos sonidos, usó frecuentemente la superposición de los ritmos, los diseños sincopados y las soluciones armónicas más osadas.
Obras como la «Sonata para piano» y la «Sinfonía en tres movimientos», o las escénicas, como «Orfeo», significan lo más esencial de su producción neoclásica. Pero, aparte de esta tendencia, escribió música escénica universalmente conocida, como los ballets «El pájaro de fuego», «Petrushka» y «Pulcinella».