En Viena, Austria, fue donde se produjo el cisma más importante con respecto a la armonía tradicional: el dodecafonismo. Este concepto (que significa doce sonidos) es un sistema de composición que le da igual valor a los doce tonos de la escala cromática (serie de sonidos que se originan por semitonos); es decir, desparecen las distancias de tono, para construir solo distancias de semitono.
Esta técnica se basa en una sucesión o serie de sonidos preestablecida e invariable, por lo que se llamó música serial a la escrita bajo ese formato. Con esto se elimina el concepto de tonalidad, que había dominado la música occidental desde el Renacimiento.
El rupturista
El impulsor del dodecafonismo fue el austríaco Arnold Schönberg, quien comenzó a introducirse en esta nueva técnica, también conocida como atonalismo, a partir de 1921, con su Suite para piano. Sus experimentaciones le llevaron a crear partituras más extremas, y a menudo, enigmáticas, como Tres sátiras y, principalmente, Moisés y Aarón, su ópera inacabada.
Sin embargo, esta corriente, conocida como la Segunda escuela de Viena, no solo se nutrió de Schönberg, sino que también de dos de sus discípulos: Alban Berg y Anton von Webern.