El italiano Francisco Petrarca ha sido calificado como el padre del Humanismo. Él dedicó toda su vida al estudio de los clásicos, tratando de imitar a Cicerón y Virgilio, descubriendo las cartas del primero, hasta entonces desconocidas. Al mismo tiempo, escribió sonetos en lengua italiana, en los que cantó su amor por una mujer llamada Laura de Noves. Sus obras más conocidas son el Cancionero y Triunfos. Por estos sonetos, Petrarca es considerado unos de los más grandes poetas líricos de la literatura universal.
Otro humanista famoso fue Juan Boccaccio, también italiano, autor del Decamerón, conjunto de cuentos que retratan al ser humano con sus vicios y virtudes y que reflejan las costumbres de la época. En otra de sus obras, titulada De la genealogía de los dioses, realizó uno de los estudios más completos que se conocen sobre la mitología grecorromana.
Uno de los personajes considerados como el más perfecto representante del Humanismo fue Desiderio Erasmo, o también conocido como Erasmo de Rotterdam, por haber nacido en esa ciudad holandesa. Fue un apasionado humanista y editó obras clásicas como la Geografía de Ptolomeo y tradujo al latín varios autores griegos. Escribió también el Elogio de la locura. En ella, la más alabada de todas sus obras, y que dedicó a su amigo, el humanista inglés Tomás Moro, criticó las costumbres de sus contemporáneos, las supersticiones, los prejuicios, la ignorancia y el fanatismo en todas sus formas.
La influencia de esta tendencia en la educación fue notable. Los humanistas ya no basaron sus enseñanzas en la teología, sino que primero en la literatura clásica, que llamaron letras humanas o humanidades y por las cuales se lograría el ideal de la educación humanista: el desarrollo completo de la personalidad y la formación del hombre culto, íntegramente humano.
El latín y el griego fueron incorporados a los programas de estudios. La observación de la naturaleza, el espíritu de análisis y de crítica se comenzaron a practicar en la investigación científica.
Finalmente, el Humanismo promovió una agitación cultural que contribuyó a provocar el gran desarrollo de las artes que estamos viendo ahora con el nombre de Renacimiento.
Los mecenas más famosos
Ya vimos que los mecenas fueron personas poderosas que facilitaron, con su ayuda material o con su protección política, el desarrollo del Humanismo y del Renacimiento. Papas y obispos, reyes y príncipes, banqueros y comerciantes reunieron obras clásicas, llamaron a los eruditos, distinguieron a los humanistas con su amistad personal y los acogieron en sus palacios. Entre ellos destacó en Florencia Lorenzo de Médicis, apodado el Magnífico, quien hacía de Miguel Angel, joven escultor, el compañero de sus hijos y sobrinos, al tiempo que también amparaba a otro escultor: Donatello.
Por su parte, en Milán, Luis Sforza (el Moro) protegió principalmente a Leonardo da Vinci, aunque este artista también estuvo bajo el amparo del rey Francisco I, que lo llevó a Francia. Asimismo, entre los papas hubo gandes mecenas. León X quería elevar al pintor Rafael a cardenal. Julio II proclamaba que las bellas letras eran dinero para los plebeyos, oro para los nobles y diamantes para los príncipes. Inició la reconstrucción de la basílica de San Pedro, llamando a trabajar en ella al arquitecto Bramante, a Miguel Angel y a Rafael. Y el papa Nicolás V formó en el Vaticano una gran biblioteca clásica, con más de cinco mil manuscritos.