Después de los descubrimientos hechos por Cristóbal Colón, creció el apetito por conquistar nuevas tierras por parte de los españoles y portugueses. Así, amparándose en el tratado de Tordesillas, los hispanos se lanzaron a explorar el Nuevo Mundo y competir por la Conquista de América.
Este nuevo período de conquista de América significó un cambio en las concepciones coloniales de la Corona española, la cual, siguiendo la tradición de la reconquista peninsular, vio la posibilidad de extender su poderío territorial sobre las «tierras de nadie» que representaban América.
La anexión de los nuevos territorios a la Corona española presuponía, asimismo, la instauración de un nuevo tipo de conquista.
Conquista de América y explotación
Un sistema distinto al basado en el intercambio comercial y que se enfocaba a la directa explotación de la mano de obra nativa para labores mineras y agrícolas, y el saqueo de las riquezas de los imperios indígenas.
La Corona, soberana y propietaria de todas las tierras conquistadas, firmaba un contrato con los expedicionarios (capitulaciones), en virtud del cual se determinaba el reparto de los beneficios de la empresa: una quinta parte iba para el rey (Quinto real), una séptima para el conquistador y el resto se dividía entre los soldados.
La Conquista, cuyos puntos de partida fueron Juana (Cuba) y La Española (República Dominicana), se desarrolló con una rapidez extraordinaria, si se tiene en cuenta el reducido número de españoles que participaron en ella, la adversidad geográfica y la inmensidad de los territorios sometidos.
Pero las ventajas que tenían estos conquistadores que, por lo general, eran de origen humilde, fueron su pasión religiosa y guerrera, su avidez por la riqueza y el poder y, sobre todo, la superioridad de sus armas, caballos y armaduras de metal, frente a pueblos con armas y tecnologías más básicas.
Por su parte, el problema del sometimiento de los indígenas dio lugar a una serie de justificaciones basadas en la misión evangelizadora y civilizadora de los conquistadores.
Repartición de Carlos V
Para tratar de solucionar los conflictos de intereses que se dieron entre Francisco Pizarro y Diego de Almagro, el 21 de mayo de 1534 el emperador Carlos V emitió una capitulación en la que dividía estas tierras en varias gobernaciones:
– Nueva Castilla, otorgada a Pizarro. Se extendía desde el Ecuador hasta el paralelo 14º (Chincha). Incluía los actuales Ecuador y norte de Perú y Bolivia.
– Nueva Toledo, entregada a Almagro. Comprendía desde el límite de Nueva Castilla hasta el paralelo 25º (cerca de Taltal). Esto era el sur de Perú, el resto de Bolivia y parte del norte de Chile. – Nueva Andalucía, cedida a Pedro de Mendoza. Abarcaba desde el límite de Nueva Toledo hasta el paralelo 36º (Isla Santa María). Incluía a parte de Chile, Argentina hasta los dominios portugueses.
– Nueva León, quedó a cargo de Simón de Alcazaba. Iba desde el paralelo 36º al 48º (isla Campana). Tras la muerte de Alcazaba, el rey extendió Nueva León hasta el Estrecho de Magallanes y se la cedió a Francisco Camargo.