El terremoto del período colonial del cual se poseen más registros, fue el que azotó la ciudad de Santiago el 13 de mayo de 1647. En plena noche empezó a temblar violentamente por un espacio de tiempo -que calculan los de aquella época- cercano a los quince minutos.
Existen varios relatos que mencionan la gran destrucción ocurrida en Santiago, que incluyó el derrumbe del edificio más importante de esos días: la Catedral. Surgieron muchos testimonios acerca de los «milagros» ocurridos, siendo el más conocido el del Señor de Mayo, una efigie de Cristo en la Iglesia de San Agustín que sobrevivió intacto al terremoto, salvo por la corona de espinas que de manera inexplicable quedó alrededor de su cuello.
Los relatos del Obispo Gaspar de Villarroel son elocuentes para describir, tanto la destrucción, como la mirada religiosa en torno al fenómeno. A pesar de que el Obispo niega que el terremoto se haya producido por un castigo divino, sí registra hechos milagrosos producidos en torno a él, tales como el mejoramiento en su salud o el que las piezas sacras hubiesen quedado intactas.
Otro testimonio se encuentra en la carta de la Real Audiencia de Chile sobre el terremoto del 13 de mayo de 1647, ésta da cuenta de la destrucción de edificios y de la cantidad de heridos y muertos.
La reconstrucción tras el terremoto fue un proceso largo y penoso, incluso en numerosas ocasiones se pidió al rey que eximiera a esta ciudad del pago de impuestos. A pesar de la demora para dar una respuesta, y de la reticencia del rey, la Capitanía General de Chile finalmente fue eximida del pago de tributos por un período de seis años.