Los chiquillanes
Fueron uno de los pueblos recolectores que habitaron en el sector cordillerano que se extiende desde Santiago hasta las cercanías de Chillán. Su subsistencia se basó en la caza de animales como los guanacos, ñandúes y pumas, entre otros.
Acostumbraban a practicar el infanticidio femenino, dejándose caer en verano sobre las rucas mapuches para robar mujeres y alimentos.
Los pehuenches
Estos habitantes cordilleranos también conforman el grupo de los cazadores recolectores continentales. Ellos se desplazaban por toda el área donde crecían las araucarias, de las cuales obtenían el pehuén o piñón, fruto base en su dieta alimenticia.
De su apariencia, se sabe que eran altos y delgados, cubrían su piel con grasa de animal y la adornaban con pinturas azules.
En verano atravesaban la cordillera para asaltar o intercambiar mercancias con los mapuches.
La caza del guanaco les permitía proveerse tanto de carne para la alimentación, como de piel para hacer frente a las condiciones climáticas.
Los tehuelches
También conocidos como aonikenk fueron los habitantes de la Patagonia, razón por la cual también recibieron la denominación de patagones.
Cazaban guanacos y ñandúes con boleadoras, arco y flechas, además de recolectar todo tipo de raíces y semillas silvestres.
Eran muy altos (1,75 estatura promedio para los hombres) y sus cuerpos los depilaban y adornaban con dibujos de colores. También se tatuaban los antebrazos, con pequeñas varas que quemaban la piel.
Se vestían con capas de piel de guanaco sujetas a la cintura con una faja, y sus pies los cubrían con una especie de mocasín de cuero muy grueso.
Su estructura social reconoce la presencia de linajes dirigidos por un jefe y la existencia de chamanes.
Al igual que otros pueblos, creían en una vida después de la muerte, y lo manifestaban enterrando a sus difuntos acompañados de armas, utensilios y adornos, en tumbas o cuevas que después cubrían con tierra o piedras.
La más antigua de América
A cincuenta kilómetros al interior de la costa de Puerto Montt, en un lugar llamado Monte Verde al borde del arroyo Chinchihuapi, se localizó lo que parece ser la aldea más antigua de América. Se estima que hace unos 13.000 años vivió allí un grupo de entre 30 y 50 personas, en chozas con armazón de troncos cubierta por pieles, quienes recolectaban una gran variedad de vegetales y raíces silvestres. Desde esta aldea debieron salir los hombres a cazar mastodontes y otros animales a las lagunas cercanas, donde también extraían moluscos. Posteriormente, regresaban a la aldea para compartir los alimentos con sus familias. El comportamiento de los paleoindios asentados en este lugar, solo puede explicarse por la abundancia de alimentos que había en el sector.