En el año 1802, el inventor alemán Frederick Albert Winson preparó la primera comida de la historia cocinada con gas.
La cocina de Winson era de construcción artesanal, destinada simplemente a demostrar las posibilidades culinarias del gas y su pulcritud, comparado con los fuegos de carbón.
Muchas de las cocinas de gas experimentales que surgieron a continuación resultaron peligrosas, por sus escapes de humo y sus explosiones.
Pasarían treinta años antes de que se fabricara en Europa una cocina de gas realmente práctica y segura. Los hogares norteamericanos no dispondrían de estos innovadores ingenios en número significativo hasta el año 1860.
Cocina eléctrica
Una vez que la gente se sintió tranquila y cómoda cocinando con gas, se mostró muy poco inclinada a adoptar la última innovación: la cocina eléctrica.
Los primeros fogones eléctricos aparecieron en 1890, y echaron a perder casi todas las comidas preparadas sobre ellos. Estaban equipados con termostatos muy rudimentarios, y la temperatura sólo podía regularse de manera aproximada, lo que hacia que los alimentos quedaran crudos o carbonizados, sin término medio.
Por otra parte, el precio de tan inseguros aparatos era muy alto, puesto que las tarifas económicas del suministro eléctrico para el hogar no se harían realidad hasta fines de la del año 1920.
Además, en ciertos lugares aún abundaban las casas que no disponían de ese servicio.
Por tanto, la cocina eléctrica consiguió una difusión todavía más reducida que su antecesora de gas, y necesitó más tiempo para convertirse en un elemento estándar de los hogares. Con todo, al menos en Norteamérica, jamás se impuso a la cocina de gas, pese a todas las predicciones.