Un sismo de 8,3 grados en la escala Richter afectó a las 23 horas con 32 minutos la zona comprendida entre Talca y el Bío-Bío el martes 24 de enero de 1939, conocido como el Terremoto de Chillán de 1939.
El movimiento que duró tres minutos, tuvo su epicentro cerca de la ciudad de Quirihue, producto de una ruptura de la Placa de Nazca.
Este sismo ocurrió justo al mes de asumir la presidencia de la República Pedro Aguirre Cerda, teniendo un costo para el país de aproximadamente 30 mil muertos, según estimaciones de la prensa, aunque sólo 5 mil 685 fueron identificados.
Adicionalmente, centenares de personas quedaron heridas, y la zona debió sufrir grandes pérdidas en la agricultura y la ganadería.
Consecuencias del Terremoto de Chillán
Los testigos señalaron que la tierra comenzó a moverse lentamente hasta alcanzar la intensidad mencionada; siendo la ciudad de Chillán la más dañada, desplomándose las construcciones de sus 144 manzanas, lo que levantó una nube de tierra que tardó días en disiparse, a pesar de la lluvia veraniega que en la mañana ablandó los adobes.
De sus casi 4 mil inmuebles quedaron en pie unos quince, entre ellos el edificio del Banco Español, la farmacia de la Plaza de Armas y las viviendas de la familia Kusacovich y Etchevers. Pero la tragedia no terminó ahí, porque minutos después del terremoto vino el fuego.
Entonces Chillán se llenó de sombras largas en una hoguera que terminó por consumir los pocos restos de esperanza que le quedaban a los sobrevivientes.
Otra de las ciudades afectadas fue la «colonial» Concepción, que debió lamentar más de 25 mil muertos y miles de heridos, quedando el 95 por ciento de las viviendas con graves daños estructurales. En las calles sólo se escuchaban lamentos y gritos pavorosos clamando el nombre de familiares por si aún estaban con vida entre los escombros.
El terremoto fue seguido por frecuentes temblores durante toda la noche. En vela, en los patios de las casas o en las plazas de la ciudad, la población debió esperar el amanecer para tener una visión de lo ocurrido y rescatar los cuerpos de sus seres queridos, atrampados por adobes, ladrillos, vigas y techos desplomados.
Escasez de ataúdes
En las ciudades afectadas, incluso en Santiago, los ataúdes no alcanzaron para tantos muertos. Tampoco el personal del Registro Civil dio abasto tratando de identificarlos, mientras el calor hacía lo suyo. En Chillán finalmente se optó por sepultarlos en dos fosas comunes de 400 metros de largo cada una.
Mientras que en Concepción los muertos fueron puestos en la esquina de O’Higgins con Aníbal Pinto, de donde fueron trasladados al cementerio y enterrados en grandes zanjas, de una cuadra de largo.
A su vez, los sobrevivientes quedaron privados de los elementos más indispensables: agua, electricidad, víveres, techo, ropas, remedios, teléfonos, etc., razón por la cual, las primeras disposiciones del gobierno fueron dotar a los aterrados ciudadanos de lo más necesario.
Al día siguiente del terremoto el Mandatario acompañado por su señora, tomó a las 9 de la mañana el tren con destino al sur. Tres horas después el Ministro de Relaciones Exteriores se dirigió al país para dar a conocer los primeros informes y las medidas para coordinar la ayuda.
Ni él ni quienes escuchaban su discurso a través de la radio del Ministerio del Interior, imaginaban a esa hora la magnitud de lo ocurrido: «La verdad es que las informaciones transmitidas por las radios son evidentemente exageradas. No se ha producido el número enorme de víctimas que se está anunciando».
Solidaridad frente a la catástrofe
Rápidamente se organizó la ayuda para la zona afectada con el lema «Sea Humano». De esta manera, muchos salieron a la calle recogiendo donaciones y los bancos abrieron cuentas especiales para recaudar fondos. En Santiago cientos de camioneros acudieron al Parque Cousiño, actual Parque O’Higgins, llamados por el gobierno.
En La Moneda, en el Patio de los Naranjos, comenzaron a funcionar oficinas especiales de recepción y despacho de telegramas y también se publicaron las listas de muertos y heridos.
Los camioneros formaron la caravana de ayuda, transportando víveres y, a su regreso, a los heridos que soportaran el traslado. Los más graves e importantes llegaron en tren desde Talca o en aviones trimotor hasta el aeropuerto de Los Cerrillos.
El país se unió y atrás quedaron las diferencias políticas, que tanto afectaban en la época. Según lo señalado por Elisa Domínguez Berzano una adolescente de 16 años, para la fecha, «la ayuda fue muy rápida, incluso la del extranjero».
Con la experiencia del terremoto de Chillán de 1939 el gobierno comenzó a exigir nuevas normas de ingeniería en las construcciones. A partir de ese año casas y edificios deben contar con una estructura antisísmica.
La catástrofe del Sur, donde se perdió la cuarta parte de la producción agrícola del país, y el fuerte sismo grado 6 que sufrió Copiapó semanas después, aceleraron la decisión del Congreso de aprobar las siguientes instituciones:
Se creó la Corporación de Fomento de la Producción (Corfo), con el objeto de ayudar a la formación de sociedades anónimas controladas por el Estado, que tengan por fin la explotación minera, hidroeléctrica y de infraestructura. El estado otorga capitales, créditos y leyes de protección.
Además se creó la Corporación de Reconstrucción y Auxilio, actual Onemi, para prestar ayuda a los damnificados. Ambas fueron activadas por ley en abril de ese año.