Para los nacionalistas árabes, parecía lógico que Palestina fuera declarada independiente; pero no contaban con la promesa que Arthur Balfour, secretario de Estado de Relaciones Exteriores británico, había hecho en 1917 de darle una tierra en la región palestina a los judíos, con quienes los árabes mantenían antiguas rivalidades, sobre todo religiosas.
La organización sionista mundial (que reunía a los judíos que apoyaban la formación de un estado moderno en Palestina) exigió a Inglaterra que cumpliera su promesa. De este modo, la nación europea estaba atrapada entre los nacionalistas árabes, motivados por la guerra santa o jihad, y las presiones de los judíos. De hecho, estos últimos crearon dos organizaciones violentistas: el Irgun Zvai Leumi (Organización Militar Nacional) y los Luchadores por la Libertad de Israel, fundada por Abraham Stern, que realizaron diversos atentados terroristas contra árabes y británicos.
El sueño del regreso
Los hebreos (hebreo se refiere a la etnia y judío a la religión, pero en este caso por lo general coinciden los términos) llegaron a Palestina (conocida en la Biblia como Canaán) el segundo milenio antes de Cristo (a.C.). En 930 a.C., el estado judío se separó en dos reinos: Judá e Israel. El primero fue conquistado por los asirios en el 772 a. C. y el segundo por los babilonios en el 587 a.C.
Con posterioridad, el territorio fue ocupado por persas, griegos y romanos, hasta que en el año 70 de la era cristiana, estos últimos expulsaron a los judíos de Palestina, iniciándose su dispersión por el mundo (la diáspora). En los siguientes siglos, Palestina fue habitada por bizantinos, persas, árabes, cruzados, mamelucos, otomanos y británicos, pero el sueño de volver a la tierra perdida se mantuvo vivo en la historia del pueblo hebreo.