La situación climática y física de la Tierra cambió drásticamente hace 600 mil años, cuando inmensas masas de hielo cubrieron gran parte de los continentes, iniciándose la primera de una serie de eras glaciales.
Cuando los glaciares estaban en su máximo apogeo, el nivel de las aguas descendió unos 90 metros, dejando aflorar plataformas continentales en las zonas costeras, que funcionaron como puentes que permitieron el traslado del Homo Erectus, probablemente persiguiendo manadas de animales, desde África a Asia, y de allí al archipiélago indonesio en el océano Pacífico.
El frío los obligó a adoptar nuevas costumbres. Durante las noches ya no podían permanecer sobre un árbol o en el suelo, como seguían haciendo los póngidos. Comenzaron a construir refugios con piedras o colgando pieles de un palo. Si encontraban una cueva apropiada, se refugiaban en su interior, protegiéndose de la lluvia, la nieve y de la fuerza del viento.
Fue justamente al interior de las cuevas donde se han encontrado restos de Homo Erectus y de las primeras fogatas. El uso del fuego, que diferencia al Género Homo de todos los demás organismos, les permitió la cocción de los alimentos, con lo que la carne se volvía más tierna y mejoraba su sabor -probablemente descubrieron esto al comer animales que se habían quemado durante un incendio-, y se hacían comestibles algunos alimentos vegetales que de otro modo eran difíciles de ingerir.
Además, como el calor mata parásitos y bacterias, la cocción debió tener efectos positivos en su salud.