La prosperidad de los sumerios atrajo a diversos pueblos nómades. A partir del 2.500 a.C., tribus semitas (árabes, hebreos y sirios) invadieron constantemente la región mesopotámica desde la península arábica, hasta que establecieron sobre ella su dominio definitivo.
Bajo el reinado semita de Sargón (alrededor del 2.300 a.C.) se logró unificar las ciudades-estados y se fundó la ciudad de Accad, cuyo nombre se hizo extensivo a toda la región, que pasó a conocerse como Acadia. Este rey logró ampliar su poder hasta el mar Mediterráneo y Turquía actual, instaurando el primer imperio de la historia.
La figura de Sargón estuvo rodeada de leyendas. Según se contaba, su madre fue una joven de buena posición social, pero madre soltera. Avergonzada de tener un hijo, apenas el pequeño nació lo puso en un botecito y lo echó al río Éufrates, para deshacerse de él. Sin embargo, el destino protegió al niño y unos campesinos lo encontraron sano y salvo. Ellos le dieron un hogar hasta que Sargón, convertido en un adulto, sobresalió entre todos por sus cualidades y llegó a dirigir a los acadios.
Esta narración puede parecer conocida a más de alguien. Y con razón, pues se asemeja a la historia de Moisés. La gracia de la leyenda de Sargón radica en que es la más antigua de sus similares y, al parecer, sirvió de inspiración a otros relatos.
El Imperio Acadio decayó tras las invasiones de los Guti y los Amoritas o Amurru, pueblos nómades procedentes del norte.
El reino de Hammurabi
Hacia el 2.000 a.C. nuevas oleadas amoritas pusieron fin a la tercera dinastía de Ur y establecieron su capital en la ciudad de Babilonia, que fue el nombre que también se aplicó a los territorios ocupados por los antiguos reinos sumerios y acadios. Este pueblo instauró una dinastía que duró alrededor de 300 años, la I Dinastía. A ella perteneció Hammurabi, rey que logró unificar Mesopotamia y organizarla política y religiosamente. Además, la convirtió en el primer centro comercial de Asia occidental.
Pero lo que realmente lo hizo importante fue la elaboración del primer código de leyes escritas en la historia de la humanidad. “Si un hombre ha dejado a su mujer, pero esta no se ha ido de la casa, aunque él tome a otra esposa, debe seguir manteniendo a su primera mujer”. Eso es más o menos lo que afirma una de las disposiciones del Código de Hammurabi. Las leyes de Hammurabi también abordaron en detalle los asuntos comerciales y regulaban todo tipo de transacciones. Eran bastante estrictas y abundaban en los castigos físicos.
El hurto, las falsas acusaciones y otros delitos eran sancionados con la pena de muerte. Igual cosa ocurría con los asesinatos, salvo que se probase que habían sido accidentales. Al mismo tiempo, se establecía una estricta responsabilidad profesional. Si una casa se desplomaba, aplastando a sus habitantes, el constructor era ajusticiado.