A fines del período colonial –inicios del siglo XIX- en la entonces colonia de Chile, importantes criollos, miembros de la aristocracia, comenzaron a interesarse por las ideas de la Ilustración que en Europa se discutían. Muchos de ellos viajaron al viejo continente y, clandestinamente ingresaron libros de los pensadores ilustrados, que a la época, estaban prohibidos por la inquisición. De esta forma, a través de la lectura, tertulias, cartas y uno que otro pasquín, se fueron difundiendo algunas ideas que incentivaron la crítica de aspectos del sistema colonial. El comercio, la agricultura, la industria, las exportaciones, los impuestos, el sistema judicial, los privilegios, la defensa militar, la cultura y la educación, entre otros, fueron temas que se expresaron continuamente.
La educación e ilustración fue un tema crucial para los criollos, puesto que hasta el momento existían establecimientos educacionales en los que no se verificaba una activa vida intelectual y cultural, muy influenciada por la Iglesia y las disciplinas que tradicionalmente eran estudiadas, enfatizando la condición de súbditos del Rey de España y con muy pocos alumnos y profesores. Estos eran: la Real Universidad de San Felipe, el Convictorio Carolino, el Seminario Conciliar y la Academia de San Luis. De todos ellos, la Academia, fundada por Manuel de Salas en 1778, era la que más se acercaba a satisfacer las necesidades del momento, pero con un número muy reducido de alumnos.
En este escenario, importantes criollos entre los que figuran Juan Egaña, Manuel de Salas, Camilo Henríquez con gran visión de futuro, fueron perfilando la idea de crear un colegio que respondiera a los desafíos de la época, a la secreta esperanza de lograr una patria libre y a la necesaria ilustración de la población para defender los principios libertarios.
Es así, que en agosto de 1810, en el contexto de la clásica discusión entre criollos y españoles con relación a la creación de una Junta de Gobierno, Juan Egaña terminó la redacción de su Plan de Gobierno proponiéndose presentarlo en el Cabildo Abierto de 1810. En este Plan, Juan Egaña planteó claramente la idea al indicar: «la obra de Chile deber ser un gran colegio de artes y ciencias» aseverando, además que «este colegio necesita grandes fondos: deben sacrificárseles si pensamos ser hombres».
El 18 de Septiembre de 1810, como se tenía planeado, se convocó a los principales vecinos de la ciudad de Santiago al Cabildo Abierto en el cual, una vez terminado el discurso pronunciado por José Miguel Infante, exclamaron con entusiasmo «¡Junta Queremos!» constituyéndose bajo la presidencia del Conde de la Conquista, don Mateo de Toro y Zambrano y en el tenor de las ideas de ilustres criollos, siendo Manuel de Salas y Juan Egaña los más importantes ideólogos.
A principios de 1810, Manuel de Salas propuso a la Junta de Gobierno la creación de un colegio que fusionara dos de los establecimientos educacionales más importantes de la época, el Convictorio Carolino y la Academia de San Luis, sin embargo, el entonces rector del primero se opuso, por lo que se pospuso el proyecto. En Julio de 1811, conforme a las ideas de representación nacional, se eligió un Congreso Nacional al cual, en noviembre del mismo año, Juan Egaña presentó un proyecto de Constitución en el que se hace mención a la organización del Instituto Nacional que no fue conocido públicamente puesto que en diciembre del mismo año el Congreso fue disuelto por José Miguel Carrera.
Casi un mes antes de la disolución del Congreso, el 7 de noviembre de 1811, fray Camilo Henríquez había presentado al Congreso un «Proyecto de Organización del Instituto Nacional de Chile» en el que señalaba, citando a Aristóteles, que era necesario educar a la juventud de acuerdo a los preceptos del gobierno y sentó además el Objetivo del Instituto el que se ha convertido en la misión que permanentemente se renueva estando vigente: «El gran fin del Instituto, es dar a la patria ciudadanos que la defiendan, la dirijan, la hagan florecer y le den honor».
Camilo Henríquez prosiguió su obra creadora y en febrero de 1812 fundó el primer periódico nacional, la «Aurora de Chile«, en la cual publicó en forma íntegra el Plan de Organización del Instituto Nacional de Chile, sin embargo, la iniciativa no se pudo concretar.
Se concreta el proyecto
Mientras Camilo Henríquez publicaba su Aurora y durante el gobierno de José Miguel Carrera, a principios de 1813, un ejército español de miles de hombres, al mando del brigadier Antonio Pareja, inició desde Concepción una ofensiva contra los patriotas.
En marzo, Carrera partió al sur a enfrentar a los realistas quedando en el gobierno una Junta de gobierno integrada por José Miguel Infante, Agustín de Eyzaguirre y Francisco Antonio Pérez. En esta nueva Junta tuvo gran importancia e influencia Juan Egaña, por lo que se dio a conocer su anterior Proyecto de Constitución el que disponía en uno de sus artículos: «Se establecerá en la república un gran Instituto Nacional para las ciencias, artes, oficios, (…) que den actividad, vigor y salud, y cuanto pueda formar el carácter físico y moral del ciudadano».
Así, mientras en el sur del país se combatía contra los españoles, la Junta de Gobierno de 1813 proseguía con la labor reformadora y se inician las gestiones tendientes a fundar el Instituto Nacional. Manuel de Salas, por su parte, viajó a Europa con la intención de aprovechar de contratar profesores y adquirir material didáctico para el nuevo colegio.
Después de diversas gestiones y argumentos en contra de la fusión de algunas de las entidades educacionales vigentes al Instituto, el 27 de Julio de 1813, se procedió a la fundación del Instituto Nacional por un decreto de la Junta de Gobierno. En uno de sus artículos se indicó que, debido a la premura del tiempo para preparar una ceremonia de instalación como se compadece con tal Instituto, se aplaza la apertura para el día 10 de agosto.
El 10 de agosto de 1813 concluye el sitio que José Miguel Carrera había establecido sobre la ciudad de Chillán donde los realistas se habían concentrado y mientras las tropas patriotas, derrotadas por el hambre y el frío se retiraban, en Santiago, se celebraba la apertura del Instituto Nacional.
La ceremonia, que quedó inmortalizada en el Oficio de la Junta de Gobierno sobre la inauguración del Instituto Nacional, se llevó a efecto en la sala de Museo de la Real Universidad de San Felipe donde actualmente se encuentra el Teatro Municipal de Santiago; una vez finalizada la ceremonia, los asistentes se dirigieron a la capilla del antiguo colegio jesuita de San Miguel, lugar en dónde se pondría en funcionamiento el Instituto. Actualmente, se encuentra en dicho lugar los jardines del ex Congreso Nacional, ahora Ministerio de Relaciones Exteriores.
El funcionamiento del Instituto fue irregular en sus inicios puesto que las vicisitudes de la guerra que se libraba en el sur implicó que algunos profesores no asumiesen y tuviesen que ser reemplazados, así como se verificó la reducida cantidad de alumnos en algunas cátedras, las que, en su conjunto comprendían estudios desde las primeras letras hasta los estudios superiores de Teología y Leyes, Medicina e Ingeniería.
Difícil comienzo
Los comienzos del Instituto fueron difíciles, puesto que la patria luchaba por mantener la autonomía lograda hasta ese momento; pese a los esfuerzos, los patriotas fueron derrotados y el 2 de octubre de 1814, el desastre de Rancagua marcaba el fin de la Patria Vieja y el inicio de un período en el cual los españoles intentan restaurar el poder hispano destituyendo todas las obras del período.
De este modo, el 17 de diciembre de 1814, el general Mariano Osorio decretó la supresión del Instituto Nacional en los siguientes términos: «Suprímase el Instituto Nacional inventado por el gobierno intruso…«.
Fueron 3 años más de dominación y represión española que pretendía restaurar el poder hispano, hasta que en febrero de 1817 el ejército libertador estuvo listo y comenzó la travesía de Los Andes derrotando a los realistas en Chacabuco el 12 de febrero de 1817.
Las autoridades españolas huyeron y el cabildo de la ciudad de Santiago entregó el poder a Bernardo O’Higgins con el cargo de Director Supremo y con la misión de dirigir al país y consolidar la Independencia.
Al poco tiempo de iniciado este nuevo período de la historia de Chile, reapareció la prensa escrita y en ella se expresa la necesidad de restaurar el Instituto Nacional de modo de asegurar las virtudes cívicas imprescindibles en una nación independiente.
En 1818 se puso en vigencia una nueva Constitución que consideraba la conformación de un Senado el que se impuso como principal preocupación el fomentar la educación entre los jóvenes, por lo que se le solicitó al Director Supremo la reapertura del Instituto Nacional. O’Higgins respondió afirmativamente, sin embargo, la reapertura se tardó debido a las reparaciones que hubo que hacer en el edificio del Colegio de San Miguel donde funcionaba el Instituto.
Así, el 20 de julio de 1819 se desarrolló la ceremonia de reapertura del Instituto Nacional quedando clara su misión con las palabras de O’Higgins al indicar que debía «formar ciudadanos y no súbditos».
De esta manera, el Instituto Nacional nació con el Chile independiente y durante la etapa de conformación de la República se consolidó como la principal entidad educacional del país hasta que en 1842, al fundarse la Universidad de Chile, se separaron de él los estudios superiores.
A partir de ese momento, ambas instituciones serán baluartes de la educación pública chilena. Durante el gobierno de Ramón Freire (1823) se creó la Academia Chilena dependiente del mismo Instituto y en 1826 se organizó su Biblioteca.
En 1843, se visualizó lo inadecuado de las instalaciones en las que funcionaba en Instituto, por lo que se dispuso la construcción de un nuevo edificio en los terrenos al costado de la Alameda de las Delicias, entre las calles de San Diego y Arturo Prat, dejando sin construir el sector colindante con la Alameda, en el cual se levantaría más tarde la Universidad de Chile.
El colegio se trasladó a las nuevas instalaciones en 1850, permaneciendo en el mismo lugar hasta nuestros días.
Fuente: Instituto Nacional