El cubismo, que surgió durante las primeras décadas del siglo XX, fue un movimiento artístico que pretendía alejarse de la representación naturalista, plasmando de manera simultánea un objeto visto desde distintos ángulos. Fue una reacción contra el sentimentalismo del romanticismo, el realismo y la importancia que el impresionismo daba al efecto de la luz y los colores, y a la ausencia de formas.
Se rechazaban la perspectiva y el movimiento, haciendo hincapié en las líneas y las formas. Además, cuestionó y redefinió el enfoque tradicional de la representación de la figura humana.
La aplicación de los métodos cubistas en la escultura generó una rica representación plástica en tres dimensiones. Antes de 1914, el desarrollo se limitó a conseguir efectos similares al collage, pero a partir de ese año se utilizaron materiales de desecho.
Como las obras ya no provenían de un bloque homogéneo de piedra o mármol, presentan huecos y vacíos entre las superficies, dando lugar a una nueva estética consistente en la «ausencia de masas».
El iniciador de la escultura cubista fue el ruso Alexander Archipenko (1887-1964). Creador de lo que él mismo llamó «escultopintura», introdujo el vacío en la masa y la concepción de la escultura como collage. Además, fue uno de los primeros en incursionar en la escultura abstracta.
También destacaron, Jacques Lipchitz (1891-1973), que dio similar importancia a lo sólido y lo hueco; los franceses Henry Laurens (1885-1954), que usó la piedra policromada (de múltiples colores) y que suavizó la interpretación cubista del espacio acentuando las formas redondeadas, su tema predilecto fue la mujer, y Raymond Duchamp-Villon (1876-1918); los españoles Pablo Picasso, y dos artistas de la escultura en metal: Julio González (1876-1942), uno de los pioneros en la escultura de hierro soldado, y Pablo Peragallo (1881-1934), que incorporó a sus creaciones metálicas elementos decorativos; el italiano Amadeo Modigliani; el rumano Constantin Brancusi (1876-1957), que evolucionó desde las formas geométricas de «El beso» a una escultura más depurada y curvilínea; y, el ortodoxo Ossip Zadkine (1890-1967), que se alejó de la abstracción para realizar obras de gran expresividad.