La presencia en Estados Unidos de muchos surrealistas europeos refugiados fue fundamental en la creación del expresionismo abstracto, movimiento centrado en Nueva York entre las décadas de 1940 y 1950. Sus estudios sobre el inconsciente y de las técnicas que hacían uso de la casualidad para realizar pinturas entusiasmó a autores como Jackson Pollock, Willem de Kooning, Hans Hofmann y muchos otros. La característica más importante de estos trabajos era que no representaban nada que pudiera reconocerse a simple vista, obligando a los espectadores a introducirse en ellos, a depender y pensar sobre sí mismos y sobre el mundo.
Estos artistas, partidarios del automatismo surrealista (una técnica similar a la escritura automática) y del expresionismo, eran conocidos como action painters (pintores de acción). Pollock, por ejemplo, hacía gotear colores sobre lienzos de gran tamaño, para crear al azar motivos dinámicos.
Otros expresionistas abstractos, como Mark Rothko y Barnett Newman, aplicaron grandes extensiones de color en amplios lienzos, con la idea de que el público se sintiera rodeado completamente por él y experimentara sus efectos visuales. Se les conoció como colour-field painting (pintura de superficies cromáticas).