En la década de 1880, la independencia en las técnicas pictóricas de los impresionistas fue llevada al máximo con el divisionismo o puntillismo. Este estilo consistía en transformar la pincelada suelta, típica del impresionismo, en puntitos de pigmento puro, colocando sobre el lienzo, una junto a otra (yuxtaposición), áreas muy pequeñas de colores complementarios. Esta técnica se basaba en estudios científicos que demostraban que la retina del ojo humano recibe la imagen observada en forma de minúsculos puntos que se unen mentalmente.
Los principales representantes del puntillismo fueron los pintores franceses Paul Signac y Georges Seurat. En el caso del primero, en su cuadro Saint-Tropez. L’Orage, 1895, se puede apreciar este estilo.
Otros pintores que elaboraron estilos postimpresionistas claramente definidos, a finales del siglo XIX, fueron Vincent van Gogh, Paul Gauguin y Henri de Toulouse-Lautrec.
Las pinturas de Gauguin presentan alteraciones en las líneas y en el color; pero es más simbólica que expresionista, pues para él lo más importante era el mundo de los sentimientos y la realidad interna y espiritual, y no representar las cosas tal y como las veía. Gauguin fue la figura central del nuevo movimiento conocido como sintetismo o simbolismo, vigente durante la década de 1890, cuyos seguidores formaban el grupo de los Nabis.
Otro simbolista fue el noruego Edvard Munch, considerado uno de los precursores del expresionismo, que quería reflejar la moderna vida espiritual, utilizando colores tanto apagados como brillantes a través de un trazo alterado.
El otro postimpresionista importante, Tolouse-Lautrec, elegía sus modelos entre las cantantes de cabaret y otros personajes que representaban la decadencia social del París, de los llamados alegres noventa. Este pintor tenía un gran sentido de la línea, visible en sus dibujos, sobre todo con sus carteles para el Moulin Rouge y otros lugares de esparcimiento parisinos.