Llacolén
Eran tiempos del gobernador García Hurtado de Mendoza, y en el sur del país, el conflicto bélico entre mapuches y españoles estaba en pleno desarrollo.
En la zona de Concepción, en lo que es hoy la laguna Chica de San Pedro, vivía Llacolén, una joven y bella mapuche, hija del toqui Galvarino. El padre pensó que la niña debía casarse, por lo que se la prometió en matrimonio al guerrero Millantú, quien se había distinguido por su valor en varias batallas. Así, aunque a Llacolén no le gustó la elección, igual acató la voluntad de su progenitor.
A diario, Llacolén acostumbraba a bañarse por largas horas en la laguna y en una de esas veces, fue vista por un apuesto y bravo capitán español. Pronto, entre ambos surgió y creció el amor. En esos días, García Hurtado de Mendoza logró la captura de Galvarino y ordenó amputarle las manos para atemorizar a los demás indígenas.
Una vez terminado el suplicio, el toqui fue puesto en libertad, pero, lejos de escarmentar, al poco tiempo volvió a combatir bajo el mando de Caupolicán. Pero, fue apresado y ahorcado junto con otros guerreros.
La joven Llacolén no supo entonces si odiar o no a los españoles. En medio de estas dudas y del desolador panorama, decidió escapar hacia el bosque, junto a la laguna. Hasta allí llegó el español, quien trató de consolarla y de convencerla para que se marchara con él.
Millantú también había seguido a la joven y al verla con el capitán, se llenó de celos e ira y se trenzaron en una feroz lucha. Ninguno de los hombres cedió y el combate terminó solo cuando los dos cayeron muertos. Trastornada, Llacolén, decidió quitarse la vida y se sumergió en las aguas de la laguna. (Versión basada en la recopilación de Oreste Plath)
Las Tres Pascualas
En el naciente Concepción vivían tres muchachas llamadas Pascuala, quienes iban a lavar ropa a una laguna.
Una tarde, otras mujeres llegaron al lugar a lavar y encontraron flotando en el agua los cadáveres de las tres Pascualas.
La causa habría sido, según se cuenta, que las hermanas se enamoraron del mismo hombre, quien las sedujo, engañó y, luego, abandonó.
Entonces, las mozas decidieron, por acuerdo, terminar con sus vidas, arrojándose a la laguna. Se dice, además, que cuando hicieron esto, en la laguna se formó un remolino, que un temblor sacudió su fondo y que la aguas se desbordaron, y al volver a su cauce, este tomó la forma de la luna en cuarto menguante. Además, los lugareños señalan que algunas noches suelen verse a las tres Pascualas lavando.
Otra versión dice que a la casa donde vivían las jóvenes y su padre habría llegado un forastero a hospedarse. El hombre se enamoró de las tres muchachas y cada una, en secreto, le correspondió su amor. Sin embargo, este estaba confundido y no sabía a cuál de las tres hermanas escoger como esposa. Así, las citó a la laguna en la noche de San Juan.
A medianoche, el joven estaba remando en la laguna mientras esperaba a las mujeres. Pronto vio el reflejo de las tres Pascualas en las aguas. Entonces, desesperado, comenzó a gritar: ¡Pascuala! ¡Pascuala! ¡Pascuala! Las tres, al escuchar su nombre, creyeron ser las elegidas y comenzaron a entrar en la laguna, donde encontraron su fin.
Desde entonces, se dice que en las noches de San Juan, a las doce, se ve un bote y se escucha una voz que llama desesperadamente a las muchachas. (Versión basada en la recopilación de Oreste Plath)
Petronila Neira
Según se cuenta, el 21 de octubre de 1910, en las aguas de la laguna Redonda (Concepción) se encontró el cuerpo de Petronila Neira.
Esta era una joven costurera del sector, que habría sido asesinada de varias puñaladas y lanzada a la laguna envuelta en un saco con piedras.
A los días, y a pesar del peso de las piedras, sus restos reflotaron, lo que transformó a esta mujer en una venerada “santa popular”. De hecho, su aparición en la superficie de la laguna fue considerada como su primer milagro.
Al poco tiempo, la gente levantó casetas en las orillas de la laguna y comenzó la devoción por la joven, a quien se le pedían favores y hacían “mandas”. Se dice que por mucho tiempo, la laguna Redonda fue llamada Petronila Neira.
Desde la laguna, las peregrinaciones se fueron trasladando al Cementerio General, donde estaba sepultada Petronila.
De acuerdo a los relatos populares, cada 21 de octubre aparecen en su tumba cosas que, según la creencia, pertenecen a personas que no pagaron sus mandas, por lo que Petronila cobra sus favores haciéndose de algunas de sus pertenencias. (Versión basada en la recopilación de Oreste Plath y otros investigadores)
El Cuero
Se le conoce también como Cuero del Agua o Manta del Diablo, es un animal acuático presente en la mitología mapuche y que, posteriormente fue incluida en la chilota.
Las leyendas cuentan que esta criatura habitaría en numerosos lagos, lagunas y ríos de Chile y Argentina, y en menor medida en el mar. En aquellos lugares, como el archipiélago de Chiloé, se dice que atacaría principalmente, animales.
Tendría una apariencia muy similar a la de un cuero de vacuno de gran tamaño, y en sus bordes se encontrarían unos apéndices similares a garfios.
Sobre un extremo de su cuerpo, en donde se cree estaría su cabeza, habría dos tentáculos, los que terminarían en un par de ojos desorbitados y rojizos. En el centro de la parte inferior de su cuerpo, estaría su boca, muy parecida a una enorme ventosa, con la cual aspiraría completamente los fluidos de su presa, hasta dejarla seca.
Su manera de operar es acercarse a su víctima, (animal o humana) que está bebiendo o bañándose en el agua. Así, con sus poderes provoca la subida del agua e hipnotiza a la presa. Luego la envuelve rápidamente, sujetándola con sus garras y la mata por sofocamiento, al tiempo que la arrastra hasta el fondo del agua y ahí la devora.
Una forma de combatirlo es con la ayuda de un machi. Este atrae hacia la orilla al engendro con su poderosa magia. Cuando lo tiene próximo, lo engaña arrojándole ramas de calafate. El Cuero, ya completamente aturdido por la magia del machi, se enrosca sobre este vegetal, suponiendo que es una apetecible presa. Sin embargo, cuando aprieta con fuerza el arbusto, las espinas se entierran en su cuerpo, desgarrándose y sangrando hasta morir. (Versión basada en la recopilación de Oreste Plath y otros investigadores)