Sin embargo, existe otro mecanismo de eliminación de desechos, muy complejo, diseñado para «barrer» los productos resultantes de la actividad celular: el aparato excretor.
Este aparato está regido por un par de órganos llamados riñones, que se sitúan en la parte inferior y a ambos costados de la columna vertebral. Tienen forma de poroto, miden diez centímetros de largo, su coloración es roja oscura y pesan 150 gramos cada uno.
Están formados por millones de pequeños tubos uriníferos que forman un sorprendente sistema de filtraje.
Funcionamiento
La arteria renal es la encargada de hacer llegar la sangre al riñón, que se difunde por todos los tubos uriníferos o nefrones (a través de los vasos capilares) y deja en ellos los residuos contenidos en ella.
La sangre concentrada permanece en los glomérulos, y a medida que avanza en el tubo urinífero va recibiendo el aporte de agua y los productos útiles, hasta que al llegar al final del recorrido recupera su composición original y libre de desechos, saliendo luego por medio de la vena renal. Los productos residuales disueltos en agua se vierten en la vejiga urinaria, y de allí son excretados en un líquido llamado orina.
Junto con la función de retirar de la sangre los productos de desecho, los riñones ejercen otros importantes procesos, como regular el volumen, composición y acidez de la sangre y mantener el equilibrio acuoso del cuerpo.