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Cómo nos clasificamos

Para estudiar a la población mundial se consideran una serie de elementos diferenciadores. Por ejemplo, se suele clasificarla por su estructura biológica, estructura socioeconómica, y también sobre la base de su variedad étnica (o de razas), y cultural.

Cuando se habla de composición o estructura de una población, se entiende que se trata del conjunto de caracteres biológicos, culturales y socioeconómicos que la definen, aunque dos variables son las más importantes desde el punto de vista demográfico: el sexo y la edad.

Según estas últimas variables, la composición de una población recibe el nombre de estructura biológica; su mejor expresión es la llamada pirámide de edades, un tipo de gráfico poblacional.

Jóvenes, adultos y ancianos

Las informaciones que existen sobre la estructura por edades de la población son muy abundantes. Sin embargo, su calidad varía mucho según los países. Para hacer más sencillo el tratamiento de la gran cantidad de datos que se recogen relacionados con este tema, se ha tomado la costumbre de considerar tres grandes grupos de edad: jóvenes, adultos y ancianos o seniles, que corresponden a los períodos de formación, actividad y jubilación, respectivamente.

De acuerdo a esta clasificación, y a otros sistemas de representación como el diagrama gráfico o triangular, los resultados indican diferencias muy notorias entre los países. Por ejemplo, la edad media muestra una discrepancia entre los países subdesarrollados (como el nuestro) y los países desarrollados (como Francia). Los primeros son jóvenes por igual, con una edad media igual o inferior a los 16 años aproximadamente; los segundos presentan una edad media igual o inferior a los 30 años, aunque no son viejos en forma homogénea.

Se puede también sostener que los países con un claro predominio de población joven son los que tienen una alta tasa de natalidad. En cambio, los países con una superioridad adulta y anciana tienen una tasa de natalidad reducida, o bien, han sido afectados por guerras, crisis económicas o una intensa migración. Por lo tanto, son países viejos.

En el interior de un mismo país también existen grandes diferencias. Las mayores aparecen entre la población de la ciudad y la del campo. Por regla general, la gente que habita la ciudad es más joven que la que vive en zonas rurales.

Hombre y mujer

Durante mucho tiempo se pensó que había una cantidad similar de hombres y mujeres en el mundo. Hoy se admite que nacen más varones que mujeres (105 por cada 100). Sin embargo, la mortalidad masculina, al menos en los países más desarrollados, es mayor que la femenina.

Existen dos conceptos que establecen una relación entre ambos sexos: tasa de masculinidad, que indica la cantidad de varones por cada 100 mujeres, y la tasa de feminidad, que mide la cantidad de mujeres por cada 100 varones.

Esta información tiene significado solo a nivel local, ya que las cifras generales no muestran la realidad de áreas específicas, donde algunas labores, como las mineras, pesqueras o forestales, favorecen el predominio de la población masculina, o las de servicio doméstico, donde mayoritariamente trabajan mujeres, provocando así, una gran diferencia o desproporción entre los sexos. También las guerras y las migraciones explican el marcado desequilibrio entre el número de hombres y mujeres en determinado tiempo y lugar histórico.


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