La muerte de Cómodo en 192 trajo otro año de varios emperadores y guerras civiles. En 193, Septimio Severo reclamó el trono imperial. Se apoyó en su poder militar, según él verdadera fuente del poder imperial, y rechazó al Senado y las costumbres romanas. Inició la dinastía de los Severos, que se mostraron incapaces de resolver los problemas del imperio a través de sus cincuenta años de reinado.
Aumentaron el poder de las legiones sobre el poder civil y en 235 su reino llegó a una conclusión predecible: Severo Alejandro, el último de ellos, fue asesinado por sus tropas al no poder pagarles.
Durante el siguiente medio siglo hubo quince emperadores que fueron asesinados por generales ambiciosos o por sus tropas. El único que trajo algo de paz y construyó una formidable muralla alrededor de Roma fue Aurelio, de 270 a 275.