Para gobernarse, en sustitución del rey el pueblo elegía anualmente a dos magistrados o pretores, que más tarde se llamarían cónsules, limitando así el poder a un gobierno dual y evitando el peligro de autocracia. Durante esta época toma mayor fuerza el Senado, que ya era órgano consultor de la monarquía, y se permitió la entrada en él de los plebeyos.
Ello llevó a mayores reformas sociales en favor de los plebeyos, que más tarde podrían elegir a los Tribunos de la Plebe, representantes de los intereses de dichos plebeyos. Más aún, en 367 a.C. una ley obligaba a que uno de los dos cónsules fuera plebeyo y poco después el resto de las magistraturas se fueron abriendo al pueblo llano, no siendo ya privilegio de los nobles o patricios.
El Senado se convirtió en el órgano de mayor poder, pudiendo declarar guerras, firmar la paz o establecer nuevas colonias. Gracias a estos poderes, el Senado romano se dedicó a una política expansionista. Siendo ya por aquella época la potencia hegemónica del Lacio, con la ayuda de sus aliados luchó contra etruscos, volscos y ecuos. Roma se estableció por todo el centro de la península Itálica. Sin embargo, en el sur chocó contra los samnitas, lo que dio lugar a las guerras samnitas del 343 al 290 a.C. Después de sucesivas guerras al norte y al sur, en 266 los romanos eran los amos de toda Italia.