A los españoles recién llegados a lo que sería Veracruz se les agasajó con regalos y provisiones, pues se creyó que Cortés era la encarnación del dios Quetzalcóatl, cuya llegada había sido vaticinada por las profecías. Sin embargo, se le pidió que no ingresara a territorio azteca.
Pero Cortés, apoyado por tribus enemigas de los aztecas (los totonecas y los tlaxcaltecas), llegó a Tenochtitlán, en donde finalmente fueron recibidos como huéspedes por Moctezuma (noviembre de 1519).
El recelo de los indígenas fue creciendo hasta convertirse en una abierta hostilidad, esto porque los españoles se oponían al culto que hacían los mexicas a sus dioses y porque saquearon todo el oro que pudieron.
Un ataque a los hispanos en Veracruz sirvió de pretexto a Cortés para apresar a Moctezuma en su propia corte. Pero el 30 de junio de 1520, los guerreros de Tenochtitlán, dirigidos por Cuitláhuac, hermano de Moctezuma, atacaron a los españoles y los obligaron junto con sus aliados a abandonar la ciudad, siendo luego emboscados en su retirada, en un desastre conocido como la noche triste (1 de julio de 1520).
En la primavera de 1521, después de recibir refuerzos, Cortés inició el sitio de Tenochtitlán. Los aztecas, privados de agua y alimentos, resistieron durante cuatro meses. Pero el 13 de agosto se produjo el asalto final de la ciudad, en donde las tropas de Cuauhtémoc, el último gobernante, fueron derrotadas.
Así, con la caída de la capital, el apresamiento del emperador y la dispersión del ejército azteca se produjo la rápida y total conquista del imperio por parte de los españoles. Fue la caída de un imperio, sus ciudades y de una gran cultura y civilización.
Finalmente, en 1534, el territorio azteca y parte del centroamericano quedó convertido en el Virreinato de la Nueva España.