Arabia (o Yazirat-al-Araba, que significa isla de los nómades), la tierra de los árabes, cuna del islam y primer foco del inmenso imperio formado por los sucesores del profeta Mahoma, su difusor, es una vasta península situada al suroeste de Asia. Tiene una extensión aproximada de 2.700.000 km2 y se extiende entre el mar Rojo, el océano Índico (mar Arábigo) y el golfo Pérsico. Hoy, la mayor parte de la península forma parte de Arabia Saudita.
Como conjunto, forma una amplia meseta desértica (el Neyeb) inclinada hacia el golfo Pérsico y atravesada por algunas alineaciones montañosas, que alcanzan las mayores alturas en su reborde occidental. La cumbre culminante de la península es el Yebel Manar, de 3.219 metros, en Yemen.
Los principales desiertos son el Nefud, el desierto Sirio y el Rub al Khali, este último arenoso y también el más extenso y desolado. Aparte de algunos oasis dispersos, las tierras más fértiles corresponden a la zona costera de la región de Asir, en el suroeste de la península. El clima, de tipo desértico, determina una vegetación esteparia, con arbustos espinosos (acacias y otras especies análogas). Un elemento característico de la vegetación es la palmera datilera. En las zonas irrigadas y con lluvias suficientes, los cultivos predominantes son el café, algodón, caña de azúcar, áloe, árboles del incienso y de la mirra (sustancia aromática) y cocoteros. La población, en su mayor parte nómadas, se dedica al pastoreo de ovejas, cabras y camellos; pero la gran riqueza de la península Arábiga reside en el petróleo.
Uno de los rasgos más característicos de Arabia es la falta de grandes corrientes permanentes de agua. El cauce de los ríos permanece seco la mayor parte del año; pero en épocas lluviosas su caudal aumenta grandemente.
Desde los más remotos tiempos Arabia se distingue por su aridez, sequía y calor, siendo la sequía la que más la ha hecho sufrir siempre. Sin la estación de las lluvias, que por lo general dura meses, Arabia sería casi inhabitable; pues cuando aquellas faltan, la sequedad que de esto resulta arruina todas las comarcas privadas de agua; y a la sequedad se une frecuentemente el terrible viento llamado simún o jamsín.
En el interior de Arabia la temperatura es por lo general bastante elevada, y en el desierto no baja casi nunca de 43 grados de día, y de 38 grados durante la noche. En las regiones montañosas, o en aquellas que están cerca del mar, la temperatura no es tan rigurosa.