Para los musulmanes, el Corán no solamente es lo que la Torah para los judíos o el Evangelio para los cristianos, es decir, el libro de la ley de la historia religiosa, sino además el libro por excelencia, el que reemplaza a los demás libros y cuyo contexto es todo ciencia. Contiene tanto la ley civil como la ley religiosa. Aún hoy en todos los países musulmanes es el libro del juez y del sacerdote: se asemeja a un evangelio que fuera al mismo tiempo un código civil y penal.
La doctrina musulmana
La religión de Mahoma no se distingue por la originalidad; es una mezcla de las doctrinas judías y la cristiana.
Sólo Dios es Dios, dice el Corán. Dios, Alá, es el creador de todo ser y de todas las cosas, y el juez soberano. De antemano determina el destino de cada uno, y nada puede modificar su voluntad: esta es la doctrina del fatalismo. Alá está rodeado de ángeles, dóciles servidores suyos, y debajo de los cuales se agita Iblis, el apedreado, jefe de los demonios, ángel caído a quien perdió el orgullo.
Alá se comunica con los hombres por medio de profetas. Abraham, Moisés y Jesús son profetas que han revelado partes de la verdad religiosa. Mahoma es el último y el más grande de los profetas.
Después de muertos, los hombres son juzgados por Alá; resucitarán el día del juicio final, «cuando la Tierra tiemble con violenta sacudida y cuando las montañas vuelen cual copos de lana teñida». Los perversos y los impíos serán arrojados a la Gehena (el infierno): el fuego será su morada y allí beberán agua hirviendo. Los creyentes irán al Paraíso. «Allí habitarán el jardín de las delicias, donde reposarán en divanes adornados de oro y pedrería. Tendrán a medida del deseo las frutas que les gustan y la carne de aves rarísimas. Los más favorecidos de Alá verán su rostro día y noche, felicidad que excederá a todos los placeres de los sentidos, tanto como el mar a una gota de rocío».
Para merecer el paraíso es preciso creer en el dogma del Dios único y cumplir las prácticas del culto.
Los musulmanes deben ser humanos y justos entre ellos, porque todos son hermanos. Está prometido el Paraíso a todos los que mueren combatiendo por la fe.