En 1511, Lutero fue enviado a Roma, quedando muy escandalizado por el lujo y la inmoralidad de la corte papal y del alto clero. Algunos años después, el Papa León X decidió demoler la basílica Celestina, en Roma, templo que tenía doce siglos de antigüedad, y construir una nueva: la actual basílica de San Pedro; pero no teniendo dinero para continuar la edificación ya iniciada, decidió conseguirlo vendiendo indulgencias por toda la cristiandad. Se llama indulgencia (o perdón) a la facultad dada a los fieles de redimirse (librarse), mediante una cuantiosa limosna, de las penitencias en que habían incurrido por sus pecados. En este caso, se podían redimir dando dicha limosna para la construcción de la basílica de San Pedro; el efecto de las indulgencias podía aplicarse tanto a los vivos como a las almas de los difuntos castigados por Dios en el purgatorio. La predicación de las indulgencias en Alemania (conocida entonces con el nombre de Sacro Imperio Romano Germánico) fue confiada al fraile dominico Johann Tetzel, quien llegó a Wittenberg en 1517.
El asunto de las indulgencias desató la indignación de Lutero, quien fijó a la puerta de la iglesia local noventa y cinco razones impugnando su venta.
Lutero prosiguió sus ataques en los años siguientes contra todo el sistema de gobierno y las creencias de la Iglesia, lo que acarreó que el Papa lo excomulgara. El día que recibió la bula (documento papal) de excomunión, Lutero reunió a todos los estudiantes en la plaza de la iglesia de Wittenberg, y delante de ellos arrojó la bula en una hoguera. La ruptura con el papado fue, desde entonces, definitiva (1520).
No era el primero en esta lucha. Juan Wyclef (1324-1384), en Inglaterra, y Juan Huss (1369-1415), en Bohemia (actual República Checa), habían querido lo que quisieron los reformadores del siglo XVI, o sea, conducir a la Iglesia a su simplicidad primitiva y atenerse estrechamente a la palabra de Dios tal como estaba escrita en la Biblia. Pero los discípulos del primero, los “sacerdotes pobres” o lolardos, fueron exterminados, y el segundo, muerto en una hoguera, no tuvo partidarios –los husitas– más que en Bohemia. A Wyclif no se le ahorró una afrenta póstuma: por orden del concilio de Constanza, treinta y un años después de su muerte sus restos fueron exhumados (sacados de la tumba) y tirados a un arroyo, y todos sus escritos quemados.
Ninguno de estos y otros ataques a la Iglesia había obtenido éxito porque, en general, los hombres no estaban preparados para admitir la innovación. Pero Lutero se halló en una situación mucho más favorable que sus antecesores. Existía en Alemania gran descontento contra el poder papal, y por este motivo Lutero encontró apoyo para su causa entre los príncipes alemanes, que le brindaron auxilio y protección. El único que hubiera podido sofocar el movimiento era el emperador Carlos V de Alemania (conocido también como Carlos I de España), pero este estaba demasiado absorbido por la lucha con Francia, su enemiga, y con los turcos, para ocuparse del movimiento de Reforma. Cuando Carlos pretendió contenerlo, era ya tarde; la Reforma había arraigado tan vigorosamente entre el pueblo alemán que era imposible aniquilarla.
Glosario
-Concilio: asamblea de obispos y doctores en teología sobre cuestiones de doctrina y disciplina eclesiástica.
-Indulgencia: facultad dada a los fieles de librarse, mediante una limosna, de las penitencias que debían pagar por sus pecados.