En agosto de 1776, George Washington tuvo que abandonar la ciudad de Nueva York, que permanecería en poder de los ingleses hasta el final de la guerra. Se retiró a través del río Delaware, pero ese mismo invierno volvió a cruzar y obtuvo dos victorias decisivas: las de Trenton Bridge y Princetown.
Tras el triunfo en Saratoga, el 17 de octubre de 1777, Benjamín Franklin se convirtió en el primer embajador de Estados Unidos e inició en París una campaña a favor de la causa independentista, despertando profundas simpatías en Europa. Debido a esto, el conflicto pasó a ser internacional cuando Francia, en 1778, España, en 1779, y los Países Bajos, en 1780, decidieron entrar a la guerra en apoyo de los colonos, con el objeto de debilitar a Gran Bretaña, que había sido su enemigo tradicional.
Los colonos habían desarrollado sus campañas sobre todo en tierra. Sus fuerzas estaban integradas por el ejército y por milicias, que carecían de preparación, ya que eran campesinos reclutados por períodos de tres meses. Su flota era muy reducida frente a la de los británicos.
El apoyo francés y español resultó vital para desafiar el poderío naval y el comercio británico. La ayuda francesa en el continente, al mando de Marie Joseph Motier, marqués de La Fayette, y el programa de instrucción para los combatientes desarrollado por el barón prusiano Friedrich Wilhelm von Steuben, al servicio de Francia, también fueron muy decisivos. España envió su ayuda económica y a un ejército capitaneado por Bernardo de Gálvez, que reconquistó Florida en 1781.
La guerra duró seis años, hasta que las tropas británicas comandadas por Charles Cornwallis fueron vencidas en la batalla de Yorktown, en octubre de 1781. De ahí en adelante comenzaron los preparativos para la paz, la que llegó el 3 de septiembre de 1783, con la firma en Versalles del Tratado de París, donde Gran Bretaña reconoció formalmente la existencia de Estados Unidos y aceptó sus fronteras: al oeste con el río Mississippi, al norte con Canadá —que se mantuvo bajo el dominio británico— y al sur con Florida. Francia recuperó Tobago, Santa Lucía y Senegal, en África. España recobró Florida, algunos territorios de Honduras y, en el Mediterráneo, Menorca.