Fue en Gran Bretaña donde la Ilustración comenzó a gestarse, favorecida porque en ella se dieron primero ciertos rasgos esenciales de esta corriente, además de obtener logros económicos y políticos que la reafirmaron.
En Francia, fue Voltaire (Francisco María Arouet) quien difundió los postulados británicos, además de ser considerado el símbolo de la Ilustración gala, ya que atacó duramente al Absolutismo, exaltó la razón y defendió el deísmo. Asimismo, Carlos de Secondat, barón de Montesquieu, influido por esta corriente, propuso la separación de los poderes del Estado en ejecutivo, legislativo y judicial, a través de su obra El espíritu de las leyes.
Sin embargo, fueron las ideas del filósofo suizo Jean-Jacques Rousseau, otra de las figuras de la Ilustración, las que influirían poderosamente a los futuros revolucionarios franceses. La importancia que da a la libertad lo hace afirmar que la única sociedad política aceptable para el hombre es la que se funda en el consentimiento general, lo que queda de manifiesto en su libro El contrato social.
La ideología ilustrada se concentró en la monumental Enciclopedia, compendio de todos los conocimientos de la época, elaborada por el filósofo Denis Dideroty el matemático Jean Le Rond d’Alembert, ambos franceses, en la cual colaboraron el propio Rousseau, Voltaire y otros pensadores ilustrados.
En Alemania, la Aufklärung (Ilustración) se vio encauzada por la reforma luterana, por el empirismo de Locke y por la fascinación ante el desarrollo de las matemáticas. En ese país destacó Kant, quien en sus obras Crítica de la razón pura, Crítica de la razón práctica y Crítica del juicio, estableció que la ley moral supone la libertad, la inmortalidad y la existencia de Dios, si bien la razón no puede justificar estas ideas fundamentales.
En el Nuevo Mundo, las ideas de la Ilustración encontraron un profundo eco, tanto, que contribuyeron a fortalecer los movimientos emancipadores, como el que desembocó en la independencia de Estados Unidos en 1776.