Las primeras plantas pluricelulares surgieron en el mar y ya en el período geológico denominado cámbrico existían algas muy desarrolladas.
En el período silúrico se difundieron las primeras plantas terrestres, correspondientes al grupo de las briófitas o musgos, y el de las pteridófitas o criptógamas vasculares (helechos), que alcanzarían su apogeo en los períodos siguientes. De esta manera, los equisetos, licopodios y helechos integraron lo que durante mucho tiempo los botánicos denominaron criptógamas vasculares, plantas en las que los órganos reproductores no son aparentes, poseen vasos conductores de savia, y por tanto son más evolucionadas que los musgos.
En el período carbonífero aparecieron las primeras fanerógamas con los órganos reproductores aparentes, correspondientes a ciertos grupos de gimnospermas, plantas superiores en las que las semillas están desnudas, desprovistas de estructuras que las envuelvan, y cuyas flores son poco visibles y reducidas sólo a sus partes reproductivas notorias. Ya en la era siguiente, la mesozoica, una rama de las gimnospermas, la de las coníferas, inició su gran desarrollo y su difusión por amplias zonas continentales. En el cretácico aparecieron las primeras angiospermas, plantas superiores dotadas de semillas encerradas en órganos específicos denominados ovarios, y cuyas flores presentan, en la mayoría de los casos, estructuras accesorias como el cáliz y corola.