Cada árbol tiene al menos un tronco, que es el que sostiene toda la estructura del árbol, y que termina en una copa, formada por la serie de ramas que nacen del tronco, y que también se subdividen en otras más finas, donde se encuentran las hojas y las yemas de crecimiento. Cuando no existe ramificación, como en el caso de las palmeras, que sólo tienen un penacho de grandes hojas en su extremo superior, no se habla de tronco sino de estipe.
La altura de los árboles respecto al suelo varía según la especie de la que se trate. El tronco de la mayor parte de los árboles aumenta alrededor de 2,5 centímetros anualmente. Es importante señalar que tanto el tronco como las ramas y las raíces sólo pueden crecer a partir de sus extremidades.
Las hojas son las generadoras de energía del árbol, a través de la fotosíntesis. Como el resto de las plantas, ocupan la luz solar (captada mediante el pigmento que les da su color verde, la clorofila) para convertir el dióxido de carbono y el agua en azúcares. Estos pueden ser utilizados como combustible (energía) o como celulosa, materia que forma las células del árbol, y a la que se une la sustancia que forma la madera, la lignina.
Al igual que la gran mayoría de las plantas, los árboles hunden sus raíces en la tierra, desde donde extraen las sales minerales de las que se nutren. Al interior del tronco hay un doble sistema conductor, constituido por los vasos leñosos o xilema, que transporta el agua y las sales minerales desde el suelo a las ramas y hojas, y los vasos del líber o floema, que llevan la savia y los azúcares fabricados en las hojas, mediante la fotosíntesis, a los demás tejidos del árbol.
En el caso de los especímenes de mayor edad, se puede apreciar la siguiente estructura en los troncos:
– Corteza: es la zona externa. Su contextura porosa e impermeable protege y aísla al árbol del frío y la sequedad. Está constituida por tejido muerto, más conocido como súber o corcho. Su grosor va aumentando de acuerdo a la edad del árbol.
– Líber: delgada capa que cumple funciones de sostén y conductoras (floema).
– Duramen: capa presente sólo en algunas especies. Tejido interno duro y muerto, que debido a la estratificación de las sustancias resinosas adquiere un tinte oscuro y una enorme resistencia a la putrefacción.
– Cambium: tejido vivo que cubre la parte leñosa, cuya reproducción determina el crecimiento del tronco, ramas, ramillas y raíces. El cambium crece hacia afuera, por lo que va formando nuevos anillos de crecimiento cada año.
Durante la primavera se forman conductos más amplios, que le dan un color más claro al leño respecto al verano y otoño. Estas capas de albura -por su color claro- se alternan con las del duramen, dando origen a estos anillos, visibles en algún corte del tronco.
Los anillos son menos evidentes en algunos árboles y, en las especies ubicadas en los trópicos pueden estar ausentes del todo, porque su crecimiento es igual durante todo el año.
– Leño o madera: contiene los finos haces conductores que ya conocimos como xilema.
La estructura de la raíz varía según la especie. En algunos casos son axonomorfas -la raíz principal tiene un mayor desarrollo que las secundarias, y en otros, fasciculadas -apenas se diferencia entre principal y secundarias-. La mayoría de los árboles que crecen en climas fríos y templados presentan una micorriza, que es el resultado de la simbiosis -asociación de dos organismos de la que ambos sacan provecho- del micelio de un hongo -especie de red que le permite alimentarse- y las raíces de una planta.
Los hongos ayudan al árbol a asimilar los compuestos orgánicos, y al mismo tiempo este favorece su fructificación.
Las ramas crecen hacia afuera desde cada brote que se renueva. Muchos árboles llegan a ser inmensos, como la secuoya de California, que puede alcanzar los cien metros de altura y vivir incluso tres mil o cuatro mil años. De los árboles que hay en Chile, los más altos son la araucaria, que puede llegar a los 45 metros, y la lenga, que puede sobrepasar los 40. En cuanto a su longevidad, destaca el alerce, que puede vivir más de tres mil años.
Respecto al grosor del tronco, el baobab, árbol típico de la sabana arbustiva africana, supera los treinta metros de circunferencia. Los eucaliptos, originarios de Australia, sobrepasan los seis metros de diámetro.
Árboles exóticos
Además de los árboles y arbustos nativos, aquellos que son propios del territorio chileno, en nuestro país también hay muchas especies introducidas. Estas fueron traídas desde el extranjero con fines productivos, para la obtención de papel, madera y frutos, entre otros productos, o con propósitos ornamentales. Las principales especies introducidas con fines productivos son el pino insigne, eucalipto, álamo, encina, aromo, pino oregón, nogal, olivo y el ciprés macrocarpa. Entre los árboles que se trajeron con fines ornamentales están: el abedul, abeto, arce, cedro, jacarandá, sauce llorón, magnolia, paulonia, plátano oriental, tulipanero, tejo o taxus, perno, ginkgo, liquidámbar, laurel de comer y falsa acacia.