Parece adivinanza, pero es la realidad de los hongos. Como los mejores espías secretos, no han querido revelar su verdadera identidad. Tanto, que por mucho tiempo se los clasificó dentro del reino plantae o vegetal, debido a semejanzas superficiales con las plantas. Sólo en 1969 se determinó que no era así, ya que no son fotosintéticos (no tienen clorofila). Por lo tanto, no producen su propio alimento, como las plantas. Tampoco se podían incluir en el reino animal, entre otras cosas debido a que los integrantes de este último grupo se nutren por ingestión (tragan su comida) y los hongos lo hacen por absorción.
Sin embargo, todo este misterio pasa a segundo plano cuando se descubre lo importante que han sido para la evolución tal y como la conocemos, pues sin ellos la invasión a la tierra por parte de las plantas, con todas las consecuencias positivas para el desarrollo de la vida que eso trajo, no se hubiera producido. Además, son expertos en reciclaje, debido a que permiten la reutilización de los componentes de los desechos y cuerpos de organismos muertos.
Los líquenes, de los cuales también hablaremos, tampoco escapan a la etiqueta de organismos extraños, al ser una alianza entre algas y hongos. Sin embargo, juegan un papel muy importante, por ser los precursores de la vida vegetal en zonas áridas, rocas desnudas y en otras áreas inhóspitas.
En fin, son muchas las características de los hongos –hay algunas negativas, por cierto, pues causan varias enfermedades– y de los líquenes que los convierten en organismos sumamente atractivos e interesantes de estudiar, como lo haremos en este número, al introducirnos en sus espectaculares dominios.