El 22 de enero de 1905 (según nuestro calendario y 9 de enero, según el calendario juliano), una gran manifestación, que se reunió en Petrogrado (San Petersburgo) con el fin de pedir reformas al zar, fue disuelta a tiros por las tropas, produciéndose un millar de muertos. Esto fue lo que se conoció como la masacre del Palacio de Invierno o "Domingo sangriento".
La indignación en toda Rusia fue grande. Las huelgas y la violencia se propagaron, los obreros aprendieron a organizarse y los soviets (consejos obreros) cundieron por todo el país.
En octubre de 1905, el zar aceptó un manifiesto redactado por el ministro Sergei Yuliévich, conde de Witteo de Vitte (el "manifiesto de octubre"), que ofrecía otorgar libertades civiles y convocar a una Duma o asamblea elegida por el pueblo. Pero cuando las protestas populares disminuyeron, las reformas se detuvieron. La Duma no tenía ningún poder real y los derechos civiles nunca se hicieron realidad.
Entre 1906 y 1914, el zar intentó gobernar como siempre lo había hecho.
Para 1914, la autocracia coexistía con crecientes movimientos políticos de tipo conservador, liberal y socialistas, que esperaban reformas políticas.