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Una de las primeras medidas fue la dictación, el 2 de agosto de 1990, de un decreto que abolía la monarquía del emir, y la formación de un gobierno provisional en el emirato kuwaití. Siete días después, Hussein decidió la anexión total de Kuwait, que se concretó a fines de agosto, cuando lo transformó en provincia iraquí.

A principios de septiembre, Saddam Hussein hizo un llamado a la guerra santa contra Estados Unidos y los aliados que se oponían a la invasión.

La reacción de los países occidentales ante la invasión iraquí de Kuwait fue inmediata, y su representación estuvo de la mano de Naciones Unidas y Estados Unidos, que fue apoyado por la Comunidad Económica Europea y algunos países árabes e islámicos. Estas naciones justificaron su intervención apoyándose en dos razones: una de carácter político, la defensa de la soberanía e independencia kuwaití, y otra de tipo económico, la mantención del control sobre el petróleo.

Para ello se aplicaron estrategias por distintas vías, la primera de las cuales fue la aplicación de un bloqueo y embargo total decretado por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y la Comunidad Económica Europea, respectivamente, para presionar a Irak a retirarse. Sin embargo, como Irak no daba muestras de querer deponer la invasión, la OTAN decidió respaldar el despliegue militar estadounidense que ya se estaba organizando en el área del conflicto, situación que también avaló Naciones Unidas. El 25 de septiembre, el Consejo de Seguridad de ese organismo completó el cerco sobre Irak e impuso el bloqueo aéreo sobre este país.

Hussein en Irak

Saddam Hussein llegó al poder de Irak en 1979, con el ambicioso anhelo de forjar una gran nación que abarcara toda la región del Golfo Pérsico, y de convertirse en el líder que unificara la región de Medio Oriente.
La revolución islámicaal mando del ayatollah Jomeini puso fin a la occidentalización de Irán y supuso una inestabilidad en la zona que Hussein vio como una oportunidad para convertirse en el líder del Golfo. A los pocos meses de asumir como gobernante de Irak, Hussein dejó claras sus grandes ambiciones, cuando sorpresivamente invadió a la vecina nación de Irán. El resultado fue una guerra que duró ocho años y en la que murió más de un millón de personas. Paradojalmente, en este conflicto, Estados Unidos -que veía como una amenaza la acción de Jomeini- apoyó con enormes recursos a Irak.
En agosto de 1990, luego de solo dos años de paz y con una economía arruinada por el conflicto con Irán, las tropas iraquíes lanzaron un nuevo ataque sorpresa que tuvo como escenario Kuwait.


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