Históricamente, el magnetismo ya era conocido por los griegos hacia el año 700 a.C., gracias a los imanes naturales. Cuenta la leyenda que un pastor que cuidaba su rebaño cerca de la ciudad griega de Magnesia, se dio cuenta que de pronto los clavos de sus zapatos y la punta de su bastón quedaban pegados a algunas piedras. La razón de esto es que en esa zona se encuentran los yacimientos más importantes de la piedra imán o magnetita (óxido de hierro magnético). El nombre magnetismo proviene de esta piedra.
Los chinos también conocieron los imanes naturales, aun cuando ellos los llamaban «la piedra amante». Pues tshu-shi (la piedra amante) atrae al hierro al igual que una madre amorosa atrae a sus hijos.
El nombre imán procede del Viejo Mundo, específicamente del francés «aimant», que significa «amante».
La interacción que actúa en el caso de los imanes naturales se denomina magnetismo. ¿Pero cómo funciona?
Cuando acercamos un imán a un trozo de metal, observaremos que si este contiene hierro se mueve e intenta pegarse al imán. Por otro lado, es posible imantar un trozo de metal que contenga hierro. Esto lo observamos cuando, por ejemplo, ponemos un imán natural cerca de un clip. Una vez que el clip se haya pegado al imán, podemos acercar este clip a otros materiales que contengan hierro, tales como otros clip, clavos, etc. El resultado de esto será que los otros materiales se pegarán al clip como si este fuese un ?imán?. Es decir, la fuerza magnética se «transmite» a través de materiales que contengan hierro.