Hijo de José Perfecto de Salas -una de las personalidades ilustradas más sobresalientes del siglo XVIII- y de María Josefa Corbalán y Chirinos, nació en Santiago el 19 de junio de 1754 y murió en la misma ciudad el 28 de noviembre de 1841.
Su familia formaba parte de la más alta aristocracia del país, por lo que el joven Manuel ingresó como alférez al Regimiento de la Nobleza (1767), y más tarde recibió el grado de capitán (1774). Cuando su progenitor fue nombrado asesor del nuevo Virrey del Perú -Manuel de Amat y Junient, ex Gobernador de Chile- viajó a Lima e ingresó a la Universidad de San Marcos, titulándose de Bachiller en 1773. Al año siguiente, recibió el despacho de abogado de manos de la Real Audiencia de aquella ciudad.
A principios de 1775, fue elegido alcalde del Cabildo de Santiago, iniciando así una larga carrera de servicio público que comenzó con el cargo de abogado del Cabildo (1776). Entre 1777 y 1782, permaneció en España.
A su regreso, el Gobernador Ambrosio O’Higgins -bastante conocido por su preocupación por las labores de adelanto material-, lo designó superintendente de Obras Públicas, correspondiéndole dirigir la reconstrucción del tajamar del río Mapocho.
También, se desempeñó como síndico del Tribunal del Consulado, nombramiento que le confirió el Rey Carlos IV en 1778. Poco antes, escribió un Memorial sobre el estado de la agricultura, la industria y el comercio en Chile (1776).
Acción política en la Patria Vieja
Su preocupación por las cuestiones públicas, llevó a Manuel de Salas a ser uno de los más ardorosos promotores de la instalación de la Primera Junta de Gobierno (1810).
Durante la Patria Vieja, desempeñó varios cargos políticos: diputado por Itata en el primer Congreso Nacional (1811); secretario de Relaciones Exteriores (1812) y miembro del Senado Consultivo (1814). Además, intervino en la promulgación del Reglamento Constitucional de 1812, participó en la redacción de la Aurora de Chile y fue miembro de la junta que elaboraría el reglamento de prensa.
En esta época, también se dedicó a escribir textos políticos. A su pluma de deben importantes documentos tales como El Diálogo de los Porteros y la Carta al Señor Patricio Español, en los que defendió el derecho de los chilenos a formar un gobierno autónomo.
El humanista
Salas siempre demostró una profunda preocupación por la enseñanza: en la Real Universidad de San Felipe, fundó la cátedra de Matemáticas; creó y fue el primer director de la Academia de San Luis (1798), a la que pensaba dotar con profesores europeos para mejorar y ampliar su educación técnica, especialmente en aritmética, geometría y dibujo.
Sin embargo, su obra de mayor significación, y que lo retrata en su dimensión de humanista, fue la Ley de Libertad de Vientres (1811), que decretó el término de la esclavitud para los hijos de esclavos que nacieran en Chile, desde la fecha de promulgación de dicho cuerpo legal, prohibiéndose, además, el ingreso de nuevos esclavos al país. Posteriormente, en 1823, fue el promotor de la abolición total de esta institución.
Prisión en Juan Fernández
La actividad política que había desarrollado le significó ser confinado por los realistas en el presidio de Juan Fernández, junto a varios otros aristócratas que abrazaron la causa independentista (1814). Allí, debió sufrir las privaciones propias de su nueva condición de prisionero, las que adquirían una dimensión mayor al deber permanecer en una isla casi sin recursos. Tras la victoria de Chacabuco (1817), todos los confinados fueron repatriados por orden de O’Higgins.
Nuevamente en la actividad pública
Recuperada su libertad, Manuel de Salas continuó ejerciendo una activa vida pública y asumió responsabilidades tanto en el área de la cultura como de la educación y la política. En 1818, fue nombrado bibliotecario de la Biblioteca Nacional. En 1823, colaboró con la Junta de Gobierno formada tras la abdicación de O’Higgins. Ese mismo año, fue electo diputado provincial por Santiago al Congreso Constituyente y presidente del Consejo de Estado. Una de sus últimas actividades públicas se relacionó con la fundación de la Sociedad de Agricultura, a través de la cual se esperaba introducir maquinarias, semillas y nuevas técnicas desarrolladas en Europa, a fin de mejorar la producción agrícola chilena.