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INDICE

Nació en Soria, Castilla la Vieja, España, en 1517. Sus padres fueron Juan de Saravia y María Sotomayor de Vera Morales. En 1538 terminó sus estudios en el colegio de Bolonia y luego sirvió como oidor en Nápoles.

En 1549 viajó a América para fundar la Real Audiencia en Nueva Granada y luego fue oidor en la Real Audiencia de Lima.

Por Real Cédula de 1565, el Rey Felipe II decidió crear una Real Audiencia que tendría su sede en Concepción, considerada como el instrumento más adecuado para terminar con la Guerra de Arauco. Por ello, esta institución, además de los asuntos de carácter judicial, debía encargarse del gobierno.

El tribunal se instaló en agosto de 1567, y al mes siguiente el monarca decidió encargar el gobierno político y militar a Bravo de Saravia con el título de Gobernador de Chile. Tras arribar desde Lima en 1568, asumió de inmediato y desempeñó ese cargo hasta 1575, cuando fue reemplazado por Rodrigo de Quiroga.

En 1577 estableció un mayorazgo en su tierra natal, Soria, que heredaría su nieto, el primer Marqués de la Pica. Melchor Bravo de Saravia murió ese mismo año en esa ciudad.

Conflicto con los indígenas

En cuanto a la Guerra de Arauco, el nuevo Gobernador no tuvo éxito en sus campañas contra los mapuche. Las tropas españolas fueron derrotadas en Mareguano en enero de 1569 y si bien la derrota causó desaliento, Bravo mantuvo la iniciativa. Se dirigió entonces a Angol y luego a Concepción, para organizar el abastecimiento de los distintos fuertes asediados por los indígenas. Finalmente, decidió despoblar los de Arauco y Cañete, ante la imposibilidad de socorrerlos. Ese mismo año, solicitó auxilios militares a España y su relevo del cargo.

El obispo San Miguel y el terremoto de Concepción

En 1561 se había creado el obispado de La Imperial. Su primer obispo fue el franciscano Antonio de San Miguel, quien viajó a Chile luego de ser consagrado como tal en Lima. Este prelado era contrario al servicio personal de los indígenas y criticó constantemente la institución de la encomienda y también la guerra que se sostenía en Arauco, conflicto al que calificaba como el origen de todas las desdichas del Reino. Tan grande fue su influencia, que en 1572 logró que Felipe II mandara sustituir el trabajo personal por un tributo en dinero.

Bravo de Saravia no sólo tuvo que atender los constantes reclamos del obispo San Miguel y los provenientes de los encomenderos que se sentían afectados por sus prédicas, sino que también los embates de la naturaleza. El 8 de febrero de 1570 un terremoto destruyó Concepción y sus réplicas continuaron sintiéndose varios meses después. El movimiento sísmico fue seguido por una salida de mar o tsunami. El cronista Góngora de Marmolejo relató que los habitantes de la ciudad creían que había llegado el fin del mundo. Afortunadamente, el embate del mar no se presentó inmediatamente tras el sismo, lo que dio tiempo a las personas para buscar refugio en las zonas más altas.

Las críticas

Muchas voces se levantaron contra Bravo de Saravia tanto en lo relativo a sus acciones militares como en lo relacionado con su labor de gobierno. En octubre de 1569, Fray Antonio de Carvajal decía al Rey Felipe II que el Gobernador no escuchaba a los experimentados conquistadores y conducía a las tropas a constantes fracasos. Carvajal agregaba otro factor que contribuía a estas equivocaciones: la avanzada edad del Gobernador; ante ello, sugería que el mando fuese asumido por García Hurtado de Mendoza.

Por otro lado, Fray Antonio de San Miguel decía en 1573 al mismo soberano que «está esta tierra muy perdida», y acusaba al Gobernador de entregar a su hijo la encomienda que había pertenecido a Francisco de Villagra, en lugar de haberla traspasado a la viuda de este, hecho con el que, a su juicio, se desconocían los méritos del difunto y los servicios que había realizado en bien de la Corona.

Más crítico y directo aún fue Juan López de Porres, para quien Bravo «ha echado a perder este reino porque tiene una propiedad que es adquirir para su provecho y ser amigo de gente ruin y enemigo de conquistadores y hombres nobles que han servido mucho a vuestra majestad». También, los oidores de la Audiencia se sumaron a estas críticas.

Nuevamente la guerra

A mediados de 1570, llegaron desde Lima los refuerzos militares solicitados por Bravo de Saravia y en la primavera se reiniciaron las hostilidades con los indígenas. También, volvieron las derrotas: el capitán Gregorio de Oña fue sorprendido por los mapuche en las cercanías del fuerte de Purén. El Gobernador despachó más hombres hacia el Sur, incluyendo a su hijo Ramiro. Alrededor de 160 españoles fueron sorprendidos, nuevamente, cerca de Purén y tras esta derrota Bravo decidió entregar el mando militar a Lorenzo Bernal del Mercado, concentrándose él en los aspectos civiles del gobierno.

Deja el cargo

Ante las opiniones contrarias a su gestión, el Gobernador Bravo de Saravia lógicamente hizo sus descargos e incluso acusó a los integrantes de la Real Audiencia de intrigar en su contra. Sin embargo, agobiado por ellas, y también por los magros resultados que se obtenían en la Guerra de Arauco, reiteró su deseo de dejar el cargo, petición que finalmente fue aceptada por Felipe II en 1573. Bravo regresó a España dos años más tarde y murió en su ciudad natal a fines de 1577.


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