Oscar Castro nació el 25 de marzo de 1910 y supo desde pequeño de estrecheces. El padre abandonó el hogar y con sus cuatro chiquillos a cuestas, la madre, María Esperanza Zúñiga, debió enfrentar las urgencias de cada día.
En su corta vida cronológica su literatura se perfila como una de las más sólidas de su generación (la del 30).
Poeta, novelista, cuentista y periodista, soportó una existencia de permanente privación material, ya que como profesor, el oficio no le permitía crear. Era preciso trabajar duro, preparar materias, exámenes, fiestas escolares, hacer clases particulares, para sobrellevar una existencia mediana junto a su familia. Escribía como si eso fuera una misión encomendada por la Providencia o, simplemente, por el destino. Cuando empezó a publicar versos, cuentos y redactar artículos, aún no sabía que su vida iba a ser truncada en plena juventud, sin embargo, llenaba cuartillas como si supiera o lo presintiera.
En la mayoría de sus libros, el clima bucólico configuraba el telón de fondo para la voz poética de Oscar Castro. Los arroyos, esteros, ríos, caminos, valles y cerros, tréboles y rosas, ranas y grillos, pájaros y caballos, entre otros, habitan el paisaje de esta poesía, y su juego metafórico transfigura los contornos de lo real, como ocurre en la siguiente estrofa: «La voz de una campana llueve gotas de música /Tiembla la cordillera en violetas y blancos / Vendrá la noche a tientas por los caminos ciegos, / con su canasto lleno de racimos de estrellas«.
En este contexto, la voz y presencia humana se confunde con un paisaje rural llevado a un plano lírico y simbólico. El sentimiento de amor y el canto a la vida se nutren del aire fresco, puro y muchas veces paradisíaco que se respira en el clima predominantemente bucólico de estas páginas. Incluso en momentos de pena y pérdida, el poeta se compenetra con su entorno natural como queda explícito en su conocidísimo poema «Oración para que no me olvides«: «Yo me pondré a vivir en cada rosa, / en cada lirio que tus ojos miren / y en cada trino cantaré tu nombre / para que no me olvides«.
Oscar Castro robaba horas de sueño y de atención hogareña. No le gustaba la gran ciudad. Elegía a sus amigos entre los jóvenes con promesa o, simplemente, entre obreros. Cooperaba en todo lo que fuera necesario para levantar el espíritu y la alegría de su ciudad: Rancagua. Destacó además su participación en la formación del grupo literario «Los Inútiles» que mantiene hasta hoy su existencia en la ciudad histórica.
Murió muy joven de tuberculosis, el 1 de noviembre de 1947, a los 37 años, dejando una generosa herencia literaria estampada en versos, cuentos y novelas.
Sus obras
– «Camino en el Alba» (poemas, 1938)
– «Viaje del Alba a la Noche» (poemas, 1940)
– «Huellas en la Tierra» (cuentos, 1940)
– «Las Alas del Fénix» (romances sobre Rancagua, 1943)
– «La Sombra de las Cumbres» (cuentos, 1944)
– «Reconquista del Hombre» (poemas, 1944)
– «Comarca del Jazmín» (novela, 1945)
– «Glosario Gongorino» (sonetos a base de versos de Góngora, 1948)
– «Rocío en el Trébol» (poemas póstumos, 1950)
– «Llampo de Sangre» (novela póstuma, 1950)
– «La Vida Simplemente» (novela póstuma, 1951)
– «Lina y su Sombra» (novela póstuma, 1958)