Carlos, hijo de Felipe I, llamado como Felipe el Hermoso, y Juana de Castilla, conocida como Juana La Loca, era nieto, por parte paterna, del emperador Maximiliano I (de Habsburgo) y de María de Borgoña, y por parte materna, de Fernando V de Aragón e Isabel I de Castilla, conocidos como los Reyes Católicos. Nació en Gante, en los Países Bajos, el 24 de febrero de 1500.
En 1506, a la muerte de su padre, heredó los Países Bajos, Luxemburgo, Flandes, el Franco Condado, el Artois, Charlois y Borgoña. En 1515 fue declarado mayor de edad y se hizo cargo del gobierno de los Países Bajos.
Tras la muerte de Isabel I, la demencia de Juana (por la muerte de su esposo Felipe) y la regencia de Fernando V, a los 16 años, Carlos fue proclamado soberano de España (Aragón, Castilla, Nápoles, Sicilia, Cerdeña y las colonias españolas de América).
Sin embargo, faltaba el reconocimiento de sus reinos. Por ello, en 1517 viaja a España. Tras su llegada, una serie de reivindicaciones políticas da lugar a levantamientos (como el de los Comuneros) y sublevaciones, entre 1520 y 1524, todas la cuales fueron resueltas en batalla, a favor del rey.
El gran emperador
Al morir Maximiliano I, en 1519, debió partir a Alemania, donde fue proclamado emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, con el nombre de Carlos V.
De este modo, y pese a la oposición de Francisco I de Francia y Enrique VIII de Inglaterra, Carlos V reunió en su persona los territorios procedentes de la cuádruple herencia de su abuelos: habsburguesa, borgoñesa, aragonesa y castellana.
A partir de su coronación como emperador, consagró su vida a la construcción de una monarquía cristiana universal, lo cual implicaba el enfrentamiento con la reforma luterana en el interior de sus territorios germanos, al tiempo que la lucha contra el Imperio Otomano, encabezado por el sultán Solimán El Magnífico.
Cabe destacar que el reinado de Carlos V coincidió con un gran y próspero período de expediciones conquistadoras hacia el Nuevo Mundo.
En 1526 contrajo matrimonio con Isabel de Portugal. De esta unión nacerían varios hijos, de los cuales sobrevivieron tres: Felipe (futuro Felipe II), María Antonia (que se casaría con Maximiliano II) y Juana de Austria (futura esposa del rey de Portugal, Juan Manuel). Fuera del matrimonio tuvo otros hijos, entre los que destacaron Juan de Austria y Margarita de Austria o de Parma.
Su mayor enemigo: Francisco I
El ascenso de Carlos V como emperador agudizó el conflicto con Francia, cuyo foco principal era Italia.
Instalado en su Corte en España, Carlos inició la primera de su larga serie de campañas en contra de Francisco I de Francia, a quien venció en Bicoca (1522) y en Pavía (1525). En esta última acción el rey francés fue tomado prisionero.
Como precio a su libertad, Carlos V puso ciertas condiciones a Francisco I, entre las cuales figuraba la renuncia a Nápoles, Milán y Génova. Estas fueron suscritas en Madrid en 1526.
Sin embargo, una vez en Francia el rey se negó a cumplir lo pactado, por lo que se reanudaron las luchas hasta la Paz de Crépy (1544), que confirmó prácticamente las cláusulas de Cambrai (1529), en las que Francisco I reconocía la soberanía de Carlos V sobre Artois y Flandes y retiraba sus pretensiones sobre Milán y Nápoles, mientras que Carlos abandonaba Borgoña.
Su lucha religiosa
A Carlos V también le correspondió, como emperador de Alemania y como defensor de la cristiandad, enfrentar a los protestantes y su reforma religiosa.
Así, intentó solucionar el problema por la fuerza de las armas, logrando inicialmente un gran triunfo en Mühlberg (1546) sobre la Liga de Esmalcalda (formada por los príncipes protestantes). Mientras tanto tenía lugar el Concilio de Trento, cuyo objetivo era parar el avance protestante y reforzar el catolicismo y en el cual Carlos V se presentaba entonces como abanderado de la Contrarreforma católica. Sin embargo, un recrudecimiento paralelo del enfrentamiento contra los franceses, los protestantes y los otomanos, obligó al emperador a reconocer al protestantismo germánico en la paz de Augsburgo, en 1555.
Sus últimos días
Cansado de luchar en tantos frentes y consciente de la imposibilidad de lograr la unidad imperial, Carlos V abdicó en 1556 en favor de su hijo Felipe II, a quien dejó las posesiones españolas, y de su hermano Fernando, a quien cedió los dominios imperiales germánicos. Luego se retiró a la paz del monasterio extremeño de Yuste, donde falleció dos años más tarde, el 21 de septiembre de 1558.