Quien en 1810 fuera Alcalde de Santiago y, por lo tanto, tuviera un importante papel en la creación de la Primera Junta de Gobierno, nació en la misma ciudad en 1768. Sus padres fueron Domingo Eyzaguirre y María Rosa de Arechavala y Alday, sobrina del Obispo Manuel de Alday.
Su posición aristocrática lo llevó a ocupar importantes cargos en el Cabildo de Santiago. Posteriormente, integró una de las tantas juntas de la Patria Vieja, fue apresado por los realistas y confinado en Juan Fernández.
Tras recuperar su libertad, continuó participando en la actividad política -llegando a ocupar el cargo de Vicepresidente de la República- y en el comercio. Murió en Santiago en 1837.
Religión y comercio
Luego de realizar sus primeros estudios, Agustín de Eyzaguirre estudió Cánones y Leyes en la Real Universidad de San Felipe y en 1786 inició los de Teología, que concluyó tres años después, graduándose de Bachiller. Esta preparación lo orientaba hacia el sacerdocio, pero antes de cumplir los 21 años de edad, desistió de tal idea, dedicándose a la agricultura en la hacienda que su padre poseía en Calera de Tango. Esta ocupación, más el comercio, marcarían su vida futura, al igual que su origen aristocrático.
En 1810, fue elegido Alcalde del Cabildo de Santiago, cargo que dadas las circunstancias críticas que vivía la Monarquía española, tenía gran importancia. Desde allí luchó en defensa de la teoría de la soberanía nacional, hasta lograr que el gobernador Toro Zambrano convocara a un Cabildo Abierto el 18 de septiembre.
Actividad política
Al inaugurarse el primer Congreso Nacional, Eyzaguirre figuró entre sus miembros. Sin embargo, los golpes de Estado dirigidos por José Miguel Carrera terminaron con su presencia en aquella institución representativa.
En 1812 se dedicó casi por entero a sus negocios particulares y sólo al año siguiente volvió a aparecer en la arena política. La invasión encabezada por Antonio Pareja obligó a Carrera a delegar el mando político en una Junta integrada por José Miguel Infante, Francisco Antonio Pérez y Eyzaguirre. Si bien los tres no eran totalmente adictos al caudillo, este no los objetó, dado que el momento requería de un esfuerzo de unidad.
Prisión en Juan Fernández
Al asumir Francisco de la Lastra como Director Supremo (1814), Eyzaguirre retornó a sus actividades privadas, las que tuvo que abandonar al ser tomado prisionero y confinado en Juan Fernández.
La prisión resultó ser una dura experiencia para él. En una carta que escribió a su mujer, Teresa Larraín, decía: «Ya llevo quince meses de presidio sin las comodidades en que he sido educado. Aquí padece el cuerpo con toda especie de males; sufre la falta de vivienda que toda es un rancho o choza inmunda, lleno de agujeros por todas partes; se llueve como afuera, a pesar de haberla techado y costado por cien pesos. Para poder dormir sin mojarse es preciso poner un cuero en el techo… la infinidad de ratones le roen la paja y al poco tiempo de puesta está consumida por ellos…». Doña Teresa, por su parte, trataba de salvar lo más posible de los bienes familiares que, tal como los de otros enjuiciados, habían sido secuestrados. Sus esfuerzos le permitieron recuperar, al menos, la dote que había aportado al momento de su matrimonio en 1808: 54.568 pesos.
Retorno al trabajo
En marzo de 1817, Eyzaguirre fue repatriado junto al resto de los confinados. Asociándose con Santiago Larraín, Ramón Valero y Manuel Yávar Eyzaguirre, su sobrino, organizó la Compañía de Calcuta para iniciar contactos mercantiles con los países asiáticos. El negocio no rindió los frutos esperados y algunos de los socios retiraron su participación. Finalmente, desistió del empeño.
En 1823, volvió a la actividad pública formando parte de la Junta que gobernó el país tras la abdicación de Bernardo O’Higgins y hasta la ascensión de Ramón Freire. Posteriormente, fue diputado y senador (1824-1825).
Vicepresidente de la República
En 1826, asumió la Presidencia de la República, secundando al mandatario Manuel Blanco Encalada, quien renunció debido a sus constantes choques con el Congreso.
Entonces, correspondió a Eyzaguirre asumir el mando del país en una situación bastante compleja: el erario estaba casi agotado y no existían recursos para el pago de los sueldos de los funcionarios y de las tropas. Por otro lado, se mantuvieron las disputas entre los poderes Ejecutivo y Legislativo, y, como si todo esto fuese poco, en el Sur los hermanos Pincheira mantenían su actividad.
De esta misma época datan las apasionadas disputas generadas por la cancelación del contrato del estanco del tabaco, que en 1824 se había celebrado con la firma que dirigía Diego Portales. Según algunos autores, en este ambiente fue que el grupo más radical de los federalistas resolvió derrocar al gobierno, intento cuyo brazo ejecutor fue el coronel Enrique Campino.
Ante los hechos, Eyzaguirre optó por renunciar. Esta fue su última figuración política, pues se retiró a su hacienda, donde murió en 1837.