Datos biográficos
Nació en Greenwich (Londres), el 7 de septiembre de 1533. Fue hija de Enrique VIII, rey de Inglaterra, y de su segunda esposa, Ana Bolena.
Tras la ejecución de su madre, en 1536, el Parlamento la declaró ilegítima, pero le restableció sus derechos ocho años más tarde, durante el reinado de su hermanastro, Eduardo VI. A la muerte de Eduardo, subió al trono María Tudor (su hermanastra). Ella mandó encarcelar a Isabel en 1554, como parte de la campaña desatada contra los anglicanos. Tales vicisitudes forjaron su personalidad. Por todo ello y tras ser liberada, después de la muerte de María Tudor fue proclamada reina por el Parlamento, en 1558, a los 25 años.
Su gobierno
Durante su gobierno, Isabel I practicó una política de gran prudencia y habilidad. La prosperidad económica del reinado fue general, aunque fueron la nobleza y la burguesía mercantil las más beneficiadas. Esto se debió a que la reina siempre se rodeó de consejeros hábiles y sabios, entre los que destacaron sir Francis Walsingham y sir William Cecil.
Uno de los más importantes cambios fue que implementó un nuevo sistema monetario (1560), que sustituyó a las monedas de plata, desvalorizadas durante los últimos tres reinados. El comercio exterior se desarrolló siguiendo criterios capitalistas. Se inauguró la Bolsa Real de Londres (1566) y la Cámara de Comercio. A su vez, llevó a término una política de expansión marítima que sentó las bases del imperio colonial británico.
Reafirmación del anglicanismo
Desde el inicio de su reinado, Isabel I restableció el anglicanismo como religión de Estado. Lo hizo sobre las bases del Acta de Supremacía, dictada en su momento por Enrique VIII, que completó con el Acta de Uniformidad de 1559 y los 39 Artículos de 1563.
Establecido el cuerpo jurídico del orden religioso de su reino, emprendió la persecución tanto de católicos como de calvinistas. Apoyó, por el tratado de Edimburgo de 1560, al Partido Protestante de Escocia, cuya victoria, ocho años más tarde, conllevó la abdicación de María Estuardo, quien buscó refugio al lado de Isabel. Pero la reina la encarceló durante 17 años, porque los propios súbditos católicos de María consideraban que Isabel no estaba legitimada para ocupar el trono y creían que María era la legítima reina de Inglaterra. Sin embargo, cuando en 1586 Walsingham, por entonces secretario de Estado de Isabel, descubrió una intriga para asesinar a Isabel y entronizar a María en su lugar, Isabel accedió, aunque con disgusto, a que María Estuardo fuera decapitada, en 1587.
Sus últimos años
En los últimos años de su reinado, Isabel fue perdiendo influencia en el Parlamento, debido a los avances de los calvinistas, favorecidos por la relajación de la Iglesia anglicana. También se vio perturbada por una rebelión en Irlanda. Robert Devereux comandó, sin éxito, un ejército contra los irlandeses. Cuando regresó a Inglaterra, encabezó una rebelión en contra de la reina y fue ejecutado en 1601. Después de la muerte de Devereux, Isabel quedó desconsolada, pasando los últimos años de vida triste y sola. Murió el 23 de marzo de 1603, en Richmond, Londres. Como no tuvo sucesión directa, dejó como heredero a Jacobo I de Escocia, hijo de María Estuardo.
La reina que nunca se casó
Siempre el estado civil de la reina Isabel fue objeto de preocupación política, porque no hubo herederos ingleses al trono. La Cámara de los Comunes le pidió a Isabel que analizara la conveniencia de contraer matrimonio, pero ella contestó que ya tenía un esposo: el reino de Inglaterra, y que todos sus súbditos eran sus hijos. Pero su declaración no le impidió jugar en forma constante con la idea del matrimonio. Fue solicitada por diversos pretendientes, entre los que destacaron Robert Dudley, sir Walter Raleigh y Robert Devereux, segundo conde de Essex.