Datos biográficos
Mahoma nació en La Meca, ciudad de Arabia occidental (en la región conocida como Al-Hijaz), en el año 570 de la era cristiana. Su padre, Abdallah, muerto dos meses antes de este hecho, fue hijo de uno de los sacerdotes del célebre templo de la Kaaba; su madre, Amina, era hija de un jefe de tribu de los Quraysies.
Mahoma fue primero amamantado por su madre y después, según costumbre, colocado en una tribu nómada del desierto, donde no permaneció más que hasta la edad de tres años. Sin embargo, a los seis años quedó huérfano, quedando al cuidado de su abuelo Abd-el-Mottatib, que lo crió en medio de comodidades. Pero este murió dos años después de Amina, por lo que fue recogido por su tío paterno Abu Talib, que lo cuidó hasta su muerte. Años después, cuando Mahoma tenía 25, se casó con una adinerada viuda llamada Jadidja, 20 años mayor que él, a la que fue fiel y de la que estuvo enamorado hasta que murió (619).
Gracias a las caravanas comerciales que emprendió por los negocios de su familia política, Mahoma entró en contacto con las principales ideas de las religiones monoteístas, es decir, del judaísmo y el cristianismo, pero en versiones alejadas de la ortodoxia. Según la tradición islámica, en el año 610, cuando Mahoma tenía 40 años, tuvo su primera revelación. El arcángel Gabriel se le apareció en el monte Hira y le comunicó la existencia de un solo Dios (Alá), y que él, Mahoma, sería su profeta, por lo que su misión era llevar la palabra de Dios a los infieles (no creyentes).
Nace el profeta
Después de dudas y depresiones, en el año 613 Mahoma comenzó a predicar en la ciudad de La Meca, el centro comercial más próspero de los árabes y sitio de la Kaaba, el templo principal del culto politeísta. Esta nueva religión -el Islam- provocaría un cambio en las estructuras políticas y económicas de la ciudad, por lo que Mahoma empezó a ser considerado como un enemigo público.
Sus planteamientos religiosos se extendieron gracias a su incipiente apostolado, llegando a aldeas cercanas. Pero el peligro que suponía Mahoma en La Meca motivó su marcha a la ciudad árabe de Medina. A este episodio de su vida se le llama la Hégira, y con él se señala el fin de la época preislámica y el inicio de la era del Islam, por lo que los musulmanes lo consideran el año cero de su calendario lunar (622 de la era cristiana). A su llegada a Medina empezó a organizar el culto que había fundado; y el libro sagrado del Corán, que entonces no era más que un bosquejo, fue completándose por medio de frecuentes revelaciones que el cielo enviaba al profeta. Desde ese momento, el propósito de Mahoma fue extender la nueva religión, planteando la Guerra Santa (Yihad) como vehículo de expansión. Se volvió amargado e intolerante hacia los judíos, aunque se apropió de parte de sus creencias religiosas, principalmente declarando a Abraham como primer musulmán, como prototipo del profeta y buscador de un dios monoteísta (hanif), así como fundador de la Kaaba en La Meca como lugar de veneración del Dios único, Alá.
Su peregrinación
Entre el 625 y 630 hubo entre los partidarios de Mahoma y los habitantes de La Meca una serie de escaramuzas y de asaltos recíprocos a la caravanas, en los cuales Mahoma dio muestras de ser un estratega capacitado.
Las revelaciones del Corán de la época de Medina muestran la seguridad con que Mahoma y los musulmanes creían que su suerte en la batalla estaba determinada por Dios. Pero, sobre todo, Mahoma consolidó su comunidad calmando con habilidad las tensiones peligrosas entre los antiguos creyentes de La Meca (sus primeros seguidores) y los nuevos creyentes de Medina y alrededores.
Finalmente, en enero de 630 volvió victorioso a su ciudad natal, La Meca, donde se mostró cada vez más tolerante con sus anteriores detractores, “purificó” la Kaaba de ídolos y declaró el peregrinaje a La Meca como una institución musulmana. Poco después de su “peregrinaje de despedida” a La Meca, en marzo del año 632, Mahoma murió en Medina el 8 de junio de ese mismo año, tras una breve enfermedad, mientras planeaba la conquista de Bizancio y Persia.
Después de Mahoma
A partir del año 632, fecha de la muerte de Mahoma, sus sucesores, los califas, construyeron un gran imperio musulmán. El primer califato, llamado legítimo u ortodoxo (632-661) conquistó Siria, Palestina y Egipto (las zonas más ricas y pobladas del Imperio Bizantino) y los territorios dominados por Persia. En el 661, tras el asesinato de Alí, primo e hijo adoptivo de Mahoma, nació el califato Omeya, cuya capital se asentó en la ciudad de Damasco.
La corte de los califas adoptó un refinamiento y una estructura administrativa inspirados en los modelos bizantinos y persas; el Imperio quedó organizado en una red de provincias gobernadas por los emires o walíes bajo la dirección suprema del califa (soberano político y religioso) y sus colaboradores, el Mexuar (consejo), el hachib (primer ministro), los visires (ministros) y los cadíes (jueces). El 750, los chiítas, grupo musulmán formado por los partidarios de la dinastía de Alí, destronaron a los omeyas e impusieron un nuevo califato, el Abasí, con capital en la ciudad de Bagdad. A partir de ese momento se inició un período caracterizado por la progresiva fragmentación del imperio árabe, hasta la desaparición del califato en 1258 y el surgimiento de distintos reinos musulmanes, entre los que alcanzó papel sobresaliente el de los turcos otomanos.
El Corán
Al poco tiempo de la muerte de Mahoma, en el año 632, las revelaciones fueron compiladas en un texto formal conocido como el Corán, que significa recitación o lectura. El árabe fue y continúa siendo hoy el idioma del Corán para todos los fieles, aunque se han hecho traducciones a la mayoría de los idiomas. Así es que los musulmanes son también, como los judíos y los cristianos, pueblos del libro. El islamismo es más que una religión. El Corán está al centro de la vida espiritual de todo musulmán, y hay muchos que lo han memorizado por entero. También sirve como guía para la vida cotidiana, para el comportamiento privado y social.
Mahoma y las mujeres
Según el historiador árabe Abulfeda, Mahoma aseguraba que existía cierto número de hombres perfectos; pero que entre las mujeres no podía citarse más que a cuatro: Aseia, mujer de Faraón; María, madre de Jesús; Jadidja, mujer del profeta, y Fátima, su hija.
Mahoma no tuvo hijos sino de su esposa Jadidja, y de esos hijos, que fueron siete, tres varones murieron, no quedándole más que cuatro hijas, la más conocida de las cuales es Fátima, que se casó con su hijo adoptivo, Alí. A su muerte, Mahoma dejó nueve viudas, las que no se casaron en virtud de la prohibición que de ello hiciera el Profeta.