Datos biográficos
Alejandro Magno nació en el año 356 a.C., en Pella, Macedonia. Hijo del rey Filipo II y de la princesa Olimpia de Epiro, desde muy temprano recibió una educación que abarcaba todas las disciplinas, desde la caza hasta la retórica. Sin duda, dos personajes influyeron de manera determinante en su formación: su padre, Filipo, el gran conquistador de Grecia, de quien aprendió el arte de la guerra y las dotes de mando, y Aristóteles, filósofo que le inculcó desde los 13 años una gran admiración por la cultura griega. Ambos hombres hicieron de Alejandro un príncipe inteligente y triunfador.
Con escasos 20 años, asumió el trono de Macedonia luego de una conspiración que mató a su padre. Se encontró con una península que amenazaba con desintegrarse y tuvo que enfrentar la sublevación de varias ciudades griegas. Pese a la turbulenta situación, esta no disipó el principal objetivo del joven príncipe: iniciar la expansión territorial de su imperio. Combatió con los bárbaros (pueblos no griegos) que amenazaban el norte de sus dominios y demostró su gran capacidad militar. Calmó la insurgencia de algunos estados griegos; sin embargo, la ciudad de Tebas se opuso a la dominación. Alejandro, sin misericordia, mandó incendiarla para lograr una gran tarea: pacificar Grecia.
Triunfos de Alejandro
De ahí en adelante, el rey macedonio solo supo de triunfos. Con un ejército que no superaba los treinta y cinco mil hombres, emprendió uno de los proyectos más ambiciosos de la Antigüedad: conquistar el Imperio Persa. Su hazaña comenzó cuando, en el año 334 a.C., atravesó el Helesponto (hoy estrecho de los Dardanelos, que separa el mar Egeo del mar de Mármara), obteniendo su primera victoria ante los persas en la batalla del río Gránico. Derrotó a ciento veinte mil hombres, lo que movilizó al rey persa Darío III, quien había subestimado la capacidad del joven Alejandro. Ambos monarcas se encontraron en Issos, donde de nuevo la victoria sería para el rey de Macedonia. Comenzó así el ocaso del gran Imperio Persa, que luego de una serie de batallas pasaría a ser parte de los dominios de Alejandro.
Pero no todo fue batallas para Alejandro Magno. A medida que avanzaba con su ejército, la preocupación por unir bajo un mismo mando a Oriente y Occidente no cesó, respetando en algunas zonas las costumbres y ritos de la gente del lugar. Incluso en su expedición por el Nilo observó los antiguos cultos a los dioses egipcios y fue reconocido como sucesor de los faraones.
Fin del conquistador
La ambición de Alejandro Magno no disminuyó con la obtención de la totalidad del Imperio Persa. Él quería descubrir nuevos mundos, hasta alcanzar la lejana India. Allí fundó colonias militares y algunas ciudades; sin embargo, su objetivo era llegar aún más allá. Pero las tropas ya estaban cansadas y se negaron a continuar. Obligado por las circunstancias, Alejandro se estableció en Babilonia y reorganizó su gobierno. Al poco tiempo, una desconocida fiebre lo atacó. Murió el 13 de junio del 323 a.C., a la edad de 33 años.
El contacto e influencia de la civilización griega en Oriente y viceversa conformó un fenómeno político, religioso y por sobre todo cultural, denominado helenismo, que se caracterizó sobre todo por la absorción de elementos de las culturas de Asia Menor y de Egipto, y que se prolongó hasta los tiempos de Roma. La ansiada armonía cultural entre Oriente y Occidente, a la que aspiraba Alejandro, se perpetuaba a través de este movimiento.
Bucéfalo, su gran amigo
Un caballo fue el compañero más fiel de Alejandro Magno. Cuenta la historia que Bucéfalo se volvió indomable para todos sus adiestradores. Fue entonces cuando llegó Alejandro y aceptó el desafío de amansarlo. El joven príncipe entendió que Bucéfalo se asustaba de su propia sombra, por lo que enfrentó el caballo al sol, montándolo sin problemas por un largo rato. Este hecho provocó la admiración del rey y la confianza de su más leal compañía. Fue tanto el cariño que Alejandro le tenía a su caballo, que cuando este murió, fundó una ciudad con su nombre.