Tomás Marín de Poveda nació en Lúcar, Granada, el 26 de febrero de 1650, y murió en Santiago, en octubre de 1703. Sus padres fueron Tomás López Marín y María González de Poveda. Llegó por primera vez a Chile en 1670 junto al Gobernador Juan Henríquez, retornando a España donde en 1683 fue ascendido al grado de teniente general y designado Gobernador de Chile. Sin embargo, debido a que se vio obligado a esperar que José del Garro -quien ejercía la gobernación en esos momentos- terminara su período, Marín de Poveda sólo pudo asumir el cargo en 1692; estuvo en él hasta 1700.
Las principales preocupaciones de Marín de Poveda durante su administración fueron la Guerra de Arauco, las expediciones de varios piratas por las costas de Chile, y las competencias y problemas con funcionarios de la Real Audiencia de Santiago. En 1702 recibió el título nobiliario de marqués de Cañada Hermosa.
Parlamento en Yumbel
Después de obtener del Cabildo de Santiago una donación de mil caballos para el ejército, Tomás Marín de Poveda se dirigió a Concepción, con el fin de repartir el Real Situado. La situación que encontró en el sur del Reino era bastante favorable para realizar un parlamento con los mapuche y así mantener la paz.
El 16 de diciembre de 1692 se reunió con los caciques de la región en el fuerte de San Carlos de Austria, en la zona de Yumbel. El éxito logrado en esta acción lo estimuló a poner en práctica la instalación de misiones religiosas, lo que había sido encargado por el Rey Carlos II. Este proyecto resultaba demasiado honeroso, por lo que hubo que reducir los gastos en sueldos y mantención del ejército.
Nuevas conversaciones
Al poco tiempo (1694) reaparecieron los ánimos de sublevación entre los naturales, y Marín de Poveda resolvió entonces iniciar una campaña, llevando con él las milicias de Santiago. Reunidos 1.600 soldados españoles y 2.000 indígenas amigos, avanzó hasta el paraje llamado Choque-Choque.
Los mapuche no presentaron combate y, por el contrario, se avinieron a celebrar un parlamento donde se establecieron las condiciones de paz (diciembre de 1694). En el plan de pacificación del Gobernador se consideraba la despoblación de Chiloé y el traslado de sus habitantes al antiguo emplazamiento de Osorno, sin embargo, este proyecto no prosperó. No obstante -insistiendo en la necesidad de que los naturales vivieran más cerca de los españoles para facilitar la evangelización y buen gobierno de aquellos- Marín de Poveda dispuso la fundación de cuatro pueblos de indígenas en Rere, Itata, Talca y Chimbarongo. Pero sólo dos de esas fundaciones persistieron -las de Rere y Talca-. Las otras dos no prosperaron debido a la falta de recursos de sus habitantes para instalarse en los parajes asignados.
Persecución a los piratas
Desde 1687 los piratas habían abandonado sus correrías por el Pacífico; sin embargo, nuevamente aparecieron por las costas chilenas durante el gobierno de Marín de Poveda. En abril de 1692 llegó a Huasco un buque pirata que causó alarma entre la población y dos años más tarde (enero de 1694), otra nave arribó a Concepción y rápidamente se apoderó del buque Santo Cristo.
Su dueño, el capitán Juan Güemes Calderón, consiguió la liberación de los tripulantes y la devolución de su barco a cambio de un rescate de 6.000 pesos, vino y aguardiente. El Gobernador, quien se encontraba en Concepción, no se mostró dispuesto a tratar con los piratas y decidió ordenar la captura de la nave. Para ello dispuso de tres barcas y 50 hombres que atacaron la nave pirata y después de un reñido combate, recuperaron el buque secuestrado, aunque no pudieron dar caza a los extraños.
Conflictos de gobierno
Durante su mandato, Marín de Poveda también tuvo que enfrentar una serie de competencias y conflictos con los oidores de la Real Audiencia, con quienes una de las principales dificultades la provocaban los juicios sumarios a aquellos individuos que, no siendo del ejército, servían en las milicias.
Según los oidores, en dichos juicios -realizados por los jefes militares- se dictaban sentencias ilegales, además de no cumplirse con varios procedimientos establecidos. Algunos milicianos apelaban a la Audiencia, la que revocaba los fallos anteriores, produciendo un conflicto entre las autoridades, porque el Gobernador los consideraba atentatorios a la buena administración. Marín de Poveda culpaba a los oidores de obstaculizar las tareas en pro de la reducción de los indígenas y la eventual pacificación del Reino.
Al respecto, le señalaba al Rey: «Si no se me hubiera tenido las asistencias ordinarias que han tenido otros gobernadores, dejara esta guerra enteramente concluida…». Sin embargo, y a pesar de esos problemas, el Gobernador resumía como sigue sus logros: «No obstante estos impedimentos y dificultades, quedan bautizadas dieziséis mil personas, pobladas todas las reducciones hasta lo más dilatado, hecho iglesias en la cabeza principal de cada una y capillas en sus anejos, admitidos sacerdotes y fiscales, y sin ninguna dificultad la enseñanza de los niños todos los días, y los de fiesta de los adultos, con que se puede creer que si todo esto se ha hecho faltando las asistencias de los situados, y con las constantes contradicciones, emulaciones e impedimentos, si hubiera tenido los unos y faltado los otros, se hubiera conseguido el todo y logrado un tan gran servicio de ambas majestades.»