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En general, podríamos decir que el paisaje del desierto está cincelado por acción eólica (el viento) e hídrica (el agua), ya que estas dos fuerzas erosionan la roca y el suelo desértico con mucha rapidez, creando formaciones aplanadas en todos los desiertos del mundo.

Las grandes cadenas montañosas son un factor importante en la formación de los desiertos áridos, ya que actúan como barreras para la lluvia, al enfriar las nubes que pasan sobre las laderas, que al perder su humedad no son capaces de precipitar.

En el paisaje del desierto, cuando el agua llega al suelo desprovisto de vegetación lo erosiona con gran facilidad. Los vientos, en cambio, arrastran partículas de arena, las que forman las conocidas dunas o actúan como un abrasivo sobre las piedras, creando figuras de extrañas formas y diversos tamaños.

La forma de las dunas depende en gran medida de la manera en que sopla el viento. Si este sopla sólo en una dirección, las dunas son alargadas y se desplazan en el sentido de la dirección del viento. Si el viento sopla en varias direcciones, las dunas suelen tener formas caprichosas, con estrellas.

En el desierto de Atacama, propio del norte de Chile, la arena, entendiendo por tal el material particulado de menor tamaño, es escasa, y domina el paisaje material con partículas más gruesas, como gravas y ripios.


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