Como ya hemos explicado, existen varios agentes que perturban los ecosistemas naturales, tales como el clima, tormentas, entre otras. Pero el ser humano sigue siendo el principal responsable.
En Chile, los bosques nativos son uno de los ecosistemas que han sufrido un mayor grado de fragmentación. Esta intervención puede ser definida como la transformación de un bosque continuo en muchas unidades más pequeñas y aisladas entre sí, cuya extensión es bastante menor que la del bosque original.
El impacto de las actividades humanas en la historia del bosque chileno puede ser reconocido, a partir del siglo XV, dentro de tres fases:
– Fase de colonización: se desarrolló entre el siglo XV y el siglo XIX. Al principio, existieron dos zonas en que los bosques nativos fueron degradados. En el sur de la actual Región del Biobío, los bosques fueron afectados principalmente por el fuego (a causa de la Guerra de Arauco). En tanto, en la zona que actualmente corresponde a la Región Metropolitana, esta fase se caracterizó principalmente por una intensa extracción de madera para construcción y leña, así como la quema de bosques para utilizar los terrenos en agricultura y pastoreo de animales domésticos (principalmente vacas).
– Fase de explotación selectiva: período que fue entre la mitad del siglo XIX y mediados del siglo XX. El uso que se le dio al bosque nativo se basó en la tala selectiva, es decir, se cortaban los mejores ejemplares de especies como alerces, araucarias y el Ciprés de las Guaitecas (Pilgerodendron uviferum). Esto llevó a un empobrecimiento y deterioro de los bosques en el valle central y las zonas cordilleranas del centro-sur del país.
– Fase industrial: desde 1950 hasta hoy. Está caracterizada por presentar mayores niveles de explotación y destrucción de bosque nativo que en las dos fases anteriores. En esta etapa, la industria forestal se basó en el cultivo de árboles exóticos, como, por ejemplo, los pinos y los eucaliptos.
Actualmente, la superficie de plantaciones de pinos se acerca a los dos millones de hectáreas, distribuidos en la zona centro-sur de Chile. Estas son las de mayor superficie en el mundo.
Bosques fragmentados en Chile
Existen dos ejemplos significativos de bosques fragmentados producto de la intervención humana:
– El bosque de Ruil: está situado en la cordillera de la Costa de la Región del Maule. Este bosque, desde fines del siglo XIX, ha sufrido un intenso proceso de deforestación. La especie arbórea que predomina es el Ruil (Nothofagus alessandrii), aunque también crecen otras especies como el Hualo (Nothofagus glauca), el Peumo (Cryptocarya alba), el Olivillo (Aextoxicon punctatum) y el Avellano (Gevuina avellana). Sin embargo, en la actualidad, producto de la deforestación, el paisaje de esta zona se asemeja a un verdadero mosaico formado por pequeños fragmentos de bosque nativo con grandes y mayoritarias extensiones de plantaciones de Pino insigne (Pinus radiata).
Además, la dominancia de fragmentos produce un gran efecto de borde que se manifiesta en cambios microclimáticos y en la exitosa colonización y establecimiento de pinos al interior de los fragmentos de bosque nativo. Además, se dice que si continua la deforestación (se estima a una tasa de 47,3 hectáreas por año), este bosque y toda la biodiversidad que en él habita desaparecerán inevitablemente en los próximos años.
– Bosque valdiviano de Chiloé: aunque quedan pocas hectáreas, en el archipiélago de Chiloé aún existen algunas zonas parches de bosque valdiviano. Este se caracteriza por la presencia de árboles como Coigüe (Nothofagus dombeyi), Canelo (Drimys winteri), Tineo (Weinnmania sp.) y algunas especies de la familia Mirtáceas.
De esta manera, en los últimos años se han realizado algunos estudios para evaluar los efectos del tamaño de la fragmentación, sobre todo en la diversidad de aves asociadas a estos bosques. Esto porque algunas especies como el Chucao (Scelorchilus rubecula), el Churrín (Scytalopus magellanicus fuscus) y el Churrín de la mocha (Eugralla paradoxa) son representantes especialistas de bosque nativo y evitan adentrarse en la matriz antropogénica formada por plantaciones y espacios abiertos.
En peligro de extinción
Nuestro país cuenta con algunas especies arbóreas endémicas (propias y exclusivas de Chile) que se encuentran en serio peligro de desaparecer. Se trata, entre otros, del ruil (Nothofagus alessandrii), el queule (Gomortega keule) y el pitao (Pitavia punctata).
El ruil es un árbol caducifolio que vive solamente en un pequeño sector costero de la región del Maule, pudiendo alcanzar los treinta metros de altura. La población de ruil se vio muy disminuida por la tala para producción de leña y carbón, luego de lo cual los terrenos donde crecían se utilizaron para la plantación de especies exóticas, como el pino insigne.
El queule es una especie perennifolia que habita los bosques costeros de las regiones del Maule y del Biobío. Produce un fruto comestible con el que se preparan sabrosas mermeladas. Su mayor importancia radica en que es el único representante de la familia Gomortegaceae, por lo que su extinción implicaría la desaparición de toda una familia, lo que conlleva una grave perdida de material genético y un duro golpe en contra de la biodiversidad de Chile y del mundo.
Al igual que el queule, el pitao es un árbol que produce frutos comestibles. Vive entre la región del Maule y la de la Araucanía. Su poblaciones han sido muy deterioradas por la deforestación para plantación de especies exóticas.