Es bastante obvio decir que los bosques se encuentran formados por árboles; pero, ¿qué condiciones debe reunir ese conjunto de árboles para que pueda ser considerado realmente como un bosque? En primer lugar, debes saber que los bosques son agrupaciones de árboles ubicados en una extensión territorial más o menos grande donde se desarrolla un microclima propio, que influyen en el régimen hidrológico y que brindan protección y alimento a la vida silvestre.
Por lo tanto, los árboles sólo llegan a ser un bosque cuando su cantidad es tal que influye perceptiblemente en el clima, en el suelo y en la conservación de la fauna silvestre. Veamos un ejemplo: si en un día de verano la temperatura en un campo abierto es de 30°C, en un bosque cercano el termómetro apenas marcará alrededor de 25°C. De la misma manera, en las noches frías la temperatura desciende más en el exterior del bosque que dentro de él. La humedad también varía en el bosque, siendo siempre mayor que en el campo abierto. También el bosque modera notablemente el efecto de los vientos y de la insolación.
Los bosques de hoja caduca (cuyas hojas se caen durante el otoño) presentan una influencia sobre el clima local mucho más acentuada que las forestas perennes.
Su influencia en el medio ambiente
La acción del bosque sobre el medio ambiente se manifiesta de múltiples maneras. Las formaciones arbóreas protegen el suelo sobre el que crecen, al impedir que el agua lo golpee con fuerzas, provocando erosión o se evapore con demasiada rapidez. Esta mayor humedad presente bajo los árboles favorece el crecimiento del bosque y de todos los seres asociados al ambiente, y favorece la formación y fijación del suelo.
Los bosques favorecen también la formación de suelo, cuando sus raíces alcanzan la capa mineral y la descomponen, liberando sales minerales y otras sustancias nutritivas que toman y llevan, mediante la savia, hasta la superficie. Estas sales son devueltas a la tierra superficial cuando se descomponen las hojas, ramas, flores, frutos y raíces que caen al suelo, contribuyendo a la formación del humus o tierra vegetal o incluso tierra de hojas.
El humus o tierra de hojas está constituido por material inerte; entre otros, por arenas, maicillos y cenizas, con una importante cantidad de materia orgánica formada por restos de seres vivos descompuestos, sean estos vegetales o animales. El humus actúa como elemento conservador y movilizante tanto de las reservas nutritivas como de la humedad del suelo.
La intervención en el ciclo de los gases es otra de las formas en que los árboles evidencian su influencia sobre el medio, pues como resultado de la fotosíntesis se produce la captura de dióxido de carbono y la liberación de oxígeno, que todos los seres vivos, incluido el hombre, necesitan para respirar. Incluso los mismos árboles emplean para su respiración una parte del oxígeno que ellos producen, no obstante que gran parte de este gas es utilizada por los animales y por los microorganismos del suelo encargados de descomponer los materiales orgánicos de desecho, tales como hojas, madera, cadáveres o excrementos de animales. Así, los animales y microorganismos toman oxígeno del ambiente y a cambio ceden dióxido de carbono, gas necesario para el proceso de fotosíntesis que te explicaremos más adelante.
Árboles de larga vida
Pino de aristas: se han encontrado ejemplares de hasta 4.600 años.
Sequoias: hasta unos 8.000 años
Alerces: 4 a 5.000 años
Araucarias: 2.000 años
Abetos: más de 1.000 años
Peral: 300 años
Manzanos: 200 años