Ya supiste que un grupo de árboles se convierte en bosque solamente cuando el número de individuos que lo conforma -que no necesariamente deben ser de la misma especie- provoca ciertos efectos en el medio ambiente.
La transición que se provoca desde que un cierto número de árboles pasa a ser bosque tiene consecuencias para los ejemplares que lo constituyen, ya que hay especies, como los robles y los abedules que se desarrollan bien en grupos distantes.
La forma de la copa es un factor muy importante para el desarrollo de las propiedades y características del bosque, puesto que algunas especies pueden crecer elevándose en forma cerrada y espesa hacia la luz, con lo que logran proporcionarse sombra para protegerse de la radiación.
Cuando los árboles no pueden avanzar hacia arriba, las ramas laterales no se desarrollan; por tanto, las especies que crecen poseen un tronco alargado y sin ramas.
En la organización del bosque también es fundamental la asociación entre las especies cuando estas son diferentes, de modo tal que se adapten entre sí. Esto significa que para que un bosque heterogéneo tenga un crecimiento uniforme, sus árboles deben tener un rendimiento similar sobre el lugar donde crecen, ya que de lo contrario las especies que crecen más lentamente serían sobrepasadas y prácticamente ahogadas por las más rápidas.
A pesar de las diferencias que puedan existir entre los distintos tipos de bosques, por lo general se pueden reconocer tres capas de altura: una, a partir del estrato de musgos y hojas; otra con un estrato de arbustos, conocida como sostobosque, y finalmente una capa superior formado por árboles y copas. En esta última, llamada dosel del bosque, se concentran las copas de los árboles, en las que crecen las hojas que realizan la función fotosintética.