La reproducción asexuada está limitadas al círculo inmediato del árbol, debido a que se produce un nuevo retoño desde la base o desde las raíces, el que se desarrolla como árbol independiente. Normalmente, cuando ocurre este tipo de reproducción, el árbol joven sustituirá, con el tiempo, al viejo que le dio origen.
Con la reproducción asexuada el árbol originario marca su territorio, debido a que sus descendientes son idénticos en sus caracteres hereditarios. Esta situación es ventajosa cuando las condiciones de vida no cambian, pero resulta poco adecuada para hacer frente a las variaciones medioambientales.
Es aquí donde reside la mayor diferencia entre ambos tipos de reproducción, por cuanto la reproducción sexuada implica una combinación de las características hereditarias de ambos progenitores. Las semillas formadas contienen por esto una variedad más amplia de propiedades y posibilidades de vida que los especímenes parentales. La reproducción sexuada se ve favorecida por la acción de agentes como el viento, que transporta el polen de un árbol a otro, o de animales que distribuyen las semillas a veces a lugares muy distantes.
El polen debe ser llevado desde los órganos masculinos de una flor, conocidos como estambres, a los órganos femeninos de otra, llamados ovarios.
La reproducción donde intervienen los insectos se denomina fecundación entomófila y junto con ser más eficiente requiere menos producción de polen.