Si bien las acciones formales de la Guerra de Independencia habían terminado hacía tiempo, un grupo de personas -bajo el pretexto de continuar defendiendo los derechos del Rey- mantuvo una enconada resistencia al gobierno republicano, entre 1823 y 1832. A esta, se la ha llamado «la Guerra a Muerte».
En realidad, ella no tenía mayores objetivos políticos, pues se trataba de montoneras que atacaban diversos pueblos y realizaban todo tipo de actos delictuales, que difícilmente podrían formar parte de una opción política determinada.
Gran notoriedad en este tipo de actividades alcanzaron los hermanos Antonio, Santos, Pablo y José Antonio Pincheira. Inicialmente, podrían haber sido considerados como una montonera realista, pero sus acciones los fueron convirtiendo paulatinamente en una banda de delincuentes.
Crueles acciones
La montonera de los Pincheira estaba integrada por aproximadamente 400 hombres. Realizaban sus correrías en la Cordillera de los Andes y en los valles aledaños a Chillán, llegando incluso hasta San Luis, en Argentina. Tras sus asaltos -caracterizados por los asesinatos, el cuatrerismo, el rapto de mujeres y otros actos de extrema crueldad-, partían a su refugio en Palaquén. Se cuenta que entre sus acciones se encontraba el descuartizamiento de niños y el asesinato de ancianos.
Tras un asalto a la ciudad de Linares, realizado después de que la banda recibió un «refuerzo» de 80 soldados desertores, degollaron a todos los hombres, incluyendo al Gobernador, y se llevaron a las mujeres. En 1824, asaltaron Neuquén, donde encerraron en la capilla a 14 mujeres ancianas y luego incendiaron el templo.
Fin de sus correrías
Los gobiernos de la época dispusieron el envío de tropas para lograr su captura, pero no se obtenían los resultados esperados y, como represalia, los Pincheira redoblaban sus acciones. En una de estas batidas (1827), Antonio Pincheira resultó muerto. Ello implicó un cierto grado de desbande del grupo, el que luego fue recompuesto por sus hermanos, ahora liderados por José Antonio.
En 1827, el gobierno -a través del coronel Jorge Beauchef- trató de llegar a un acuerdo pacífico con los bandidos, pero sus propuestas fueron rechazadas.
Solo bajo el mandato de José Joaquín Prieto se logró poner fin a sus correrías. En enero de 1832, un fuerte contingente militar al mando de Manuel Bulnes, salió desde Chillán en su búsqueda y los sorprendió en las cercanías de su refugio. La batalla fue sangrienta y en ella murieron alrededor de 200 montoneros, lográndose rescatar a un numeroso grupo de mujeres y niños cautivos.