Nació el 2 de agosto de 1830 en la ciudad de La Serena. Fue la hija mayor del matrimonio constituido por David Ross y Carmen Edwards.
Pasó su infancia junto a sus nueve hermanos: Agustín -quien sería su albacea y tenedor de bienes-, Ventura, Carmela, Ana, Isabel, Teresa, Jorge, Victoria y David.
El 6 de abril de 1851 contrajo matrimonio con su tío, Agustín Edwards Ossandón, fundador del Banco A. Edwards, del cual fue socia comanditaria.
Tuvo 7 hijos, todos fallecidos antes que ella: Juan, Juana, Adela, Arturo, Gustavo, Agustín, Ricardo y Arturo Maximiano.
Juana fue una mujer tolerante, con espíritu crítico y sensible frente a la necesidad de los más desposeídos, lo que la distinguió en la historia nacional por su don de dar.
Fue la benefactora de una gran cantidad de obras piadosas, dedicó su vida entera a dichas tareas, fundamentalmente a la protección de hospitales, asilos de ancianos y de huérfanos, y a la construcción de iglesias.
La aparición de la Encíclica Rerum Novarum de León XIII en 1891, tuvo un hondo efecto en ella y otros ciudadanos. Así nacieron instituciones orientadas a la atención del mundo obrero, como la Unión social de Orden y Trabajo, creada por Juana en Valparaíso.
«Debo hacer menos penosa la situación de los desgraciados»
Entre las innumerables obras de beneficencia de Juana Ross estuvieron: la Escuela-Asilo de la Providencia en Valparaíso y la Casa de Maternidad en el hospital de San Felipe, respecto de lo cual ella señalaba en 1911: «Sobre lo que me dice de la necesidad de una sala para maternidad en el hospital, no puedo negarme a autorizarlo para construirla …debo aprovechar en hacer menos penosa la situación de los desgraciados el (tiempo) que Dios se digne concederme».
Un corazón generoso
Juana Ross sostuvo permanentemente al hospital de Copiapó, y al de La Serena. En esta última ciudad construyó el cité Arturo Edwards, en memoria de su hijo: «Se ha hecho con parte de la renta que produce la herencia que tuve de mi inolvidable hijo, y que he considerado siempre como un legado para los pobres…».
Además, con su aporte se compró el terreno para construir el Hospital San Agustín de Valparaíso, y tras el terremoto de 1906 que asolara fuertemente esa ciudad, invirtió fuertes sumas para su reconstrucción.
Fruto de su corazón generoso fueron el Sanatorio de Los Andes, el Asilo de Lourdes, y las escuelas Arturo M. Edwards y Parroquial de Coquimbo, por nombrar algunas.
Legado
El espíritu benefactor de Juana Ross trascendió su propia vida, que terminó el 25 de junio de 1913. En su testamento, además de decenas de legados a instituciones y personas, legó al arzobispo de Santiago una suma cercana a los 10 millones de pesos para invertirlos en auxiliar iglesias, hospitales y escuelas pobres.