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Nació en Melipilla el 29 de mayo de 1870, en el seno de una familia de modestos comerciantes de abarrotes. Se educó en un ambiente familiar, de gran sensibilidad y compromiso social.

Su padre, José María, participaba activamente por su comunidad en una sociedad de socorros mutuos. Su madre, Emilia, trabajaba en un instituto de caridad de Melipilla.

Sus dos hermanas se hicieron monjas de la caridad y su hermano mayor participó como dirigente del Partido Demócrata.

Al joven Venegas le marcó profundamente el estallido de la Guerra del Pacífico, al ver partir a conocidos y amigos que no volverían. Más tarde, la epidemia de cólera desatada en Melipilla lo enfrentó a las insuficiencias sociales en que vivían los más pobres. Una especial sensibilidad por el dolor y los problemas de los desposeídos fecundaría su obra posterior.

Aprendió sus primeras letras en una escuela local y posteriormente se incorporó al Instituto Nacional, donde destacó en los contenidos humanísticos y en el dominio del francés.

Enrique Molina, su gran amigo

Venegas ingresó becado a la que sería la primera promoción del recién creado Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile (1889). Allí fue compañero de Enrique Molina, los hermanos Pinochet Le-Brun, Julio Montebruno, y otros que destacarían en la educación chilena.

Con Molina le unió una amistad de por vida, él fue su compañero de estudios en el Pedagógico y con él partió a su primer trabajo en Chillán; asimismo, ambos impulsaron la reforma del Liceo de Talca. Al final, el destino los separó, pero Molina se encargó de rescatar del olvido histórico a su amigo, en su obra Alejandro Venegas: Estudios y Recuerdos.

Profesor de Francés

Venegas se recibió en 1893 como profesor de Francés, dominaba también fluidamente el italiano, el portugués, el latín y el catalán.

Inició su labor docente en el Liceo de Valdivia, donde residió dos años.

Cuando Molina obtuvo empleo en Chillán, se fue a trabajar con él. En esta ciudad permanecieron una década realizando trabajo docente, además de integrarse a la Sociedad de Instrucción Primaria, e incursionar en política apoyando al Partido Liberal.

Poeta desilusionado

Estando en Chillán, Venegas sufrió una decepción amorosa que marcó su carácter, convirtiéndolo en una persona sensible.

Asimismo, la muerte de su madre, a quien le unía un profundo cariño, lo llenó de una tristeza que volcó en una serie de poesías que publicó bajo un seudónimo en La Revista del Sur.

En Talca: activo intelectual

En 1905, Alejandro Venegas pasó a ejercer como profesor de Castellano y vicerrector en el prestigioso Liceo de Talca, dirigido por Enrique Molina.

Talca era en aquel entonces el centro de una sociedad agraria con arranques de arribismos aristocráticos, formada por hacendados de espíritu conservador.

Aquí Venegas encontró algún bálsamo para su atribulado espíritu en las «charlas literarias». En estas -junto a Molina, Mariano Latorre, Ricardo Donoso, Domingo Melfi y Ernesto Barros Jarpa- dio a conocer su atracción por las letras de los clásicos españoles.

Participó en la Sociedad de Instrucción Primaria local y se incorporó a la Masonería, invitado por Molina.

Talca fue también el espacio para definir en él un tipo de pensamiento anticlerical: «La iglesia se aprovecha mañosamente de sus calamidades (del pueblo) para llenarse su estómago insaciable». Además, fue antimilitarista y criticó el hecho que el Ejército tuviera un presupuesto mayor que el de Educación.

La fiesta del centenario

Se acercaba la gran fiesta con que el Estado chileno se preparaba para conmemorar el primer centenario de la Independencia nacional. En un contexto de autocomplacencia de los dirigentes, derivado de la riquezas provenientes de las ventas del salitre, con un aparato militar formidable, con un sistema político pseudo-parlamentario y oligárquico que cumplía casi 20 años de aplicación sin quiebres institucionales, la oligarquía chilena parecía tener sobradas razones para celebrar sus éxitos.

Sin embargo, desde el mundo intelectual vino un remezón de las conciencias que hoy conocemos como la crisis del centenario.

Alejandro Venegas y otros autores como Nicolás Palacios, Tancredo Pinochet, Francisco A. Encina y Luis Emilio Recabarren, expusieron el lado oscuro de la realidad: la cuestión social.

Sinceridad: Chile íntimo en 1910

La inclusión de Venegas como uno de los que entregó los más descarnados testimonios de la sociedad chilena del Centenario, arranca de su obra Sinceridad: Chile Íntimo en 1910.

Escribió el más certero y ácido de los relatos sobre las condiciones de vida y atropellos de que eran objeto los más pobres durante el cambio de siglo. El valor de su obra radica en la denuncia incisiva y en el método utilizado para obtener la información: conoció y conversó con mineros en el Norte y en el Sur, trabajó en los puertos, conversó con los pobladores de los conventillos, indagó directamente las denuncias de corrupción y abusos que le llegaban.

La publicación de sus escritos en forma de cartas al Presidente de la República fueron una bomba y el aguafiestas del momento.

Sobre él se descargó el odio de los denunciados: la oligarquía y las autoridades descubiertas en fraudes y latrocinios.

Su triste final

Perseguido, Venegas Carus debió abandonar la pedagogía. Solo su amigo Enrique Molina se mantuvo a su lado; tratando de evitarle molestias por su apoyo, jubiló en 1915. Continuaría viviendo pobremente de las ventas de una lechería y un almacén en Maipú. Murió en 1922.


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