El padre Luis de Valdivia nació en Granada, España, en 1561 y murió en Valladolid en 1642. Ingresó a la Compañía de Jesús en 1581 y más tarde viajó al Perú.
En 1593 arribó a Chile junto a otros miembros de su Orden, dedicándose a la evangelización y visitando los pueblos del sur del territorio; además, fue rector del colegio que los jesuitas tenían en Santiago.
Estudioso de la lengua mapuche, en 1606 publicó en Lima su Arte y Gramática General de la Lengua que Corre en Todo el Reino de Chile. Su acción más destacada en la historia de Chile fue la defensa y planteamiento de la guerra defensiva, sistema que se decidió aplicar aquí entre 1612 y 1625.
A raíz del Desastre de Curalaba y de la muerte del Gobernador Óñez de Loyola (1598) en ese combate, las autoridades decidieron adoptar medidas más severas para lograr el sometimiento de Arauco.
El memorial de Melchor Calderón
Entre las formas para contrarrestar la insubordinación indígena, los gobernantes incluyeron la esclavitud indígena, propuesta a través de un memorial presentado a la Corona por Melchor Calderón (1599).
Este presentó su Tratado de la Importancia y Utilidad que hay en dar por Esclavos a los Indios Rebelados en Chile en una reunión que se efectuó en la Catedral de Santiago. Curiosamente, fue Luis de Valdivia quien lo leyó ante la concurrencia, la que acordó aprobarlo.
El autor destacaba cuatro razones prácticas para justificar la esclavitud indígena: primero, premiar a quienes no habían sido recompensados por sus esfuerzos en la guerra; segundo, al existir esclavos, los indígenas de encomienda serían menos apremiados en sus labores; tercero, los indígenas entonces recién nombrados podrían aprender oficios; y cuarto, los naturales esclavizados podrían ser evangelizados.
Su estrategia
El padre Luis de Valdivia estaba convencido de que el medio más eficaz para concluir con la Guerra de Arauco era la supresión del servicio personal de los indígenas y el término de la guerra ofensiva, lo que debía ir acompañado por un esfuerzo evangelizador de los religiosos.
En 1606 viajó al Perú y expuso estas ideas al recién llegado Virrey, el marqués de Montesclaros, quien lo envió a España para obtener la sanción real del sistema propuesto.
A inicios de 1610 Valdivia fue recibido por el Consejo de Guerra de Indias y después de muchas deliberaciones, este aprobó implantar su sistema por tres o cuatro años, dependiendo todo, en definitiva, de las circunstancias reinantes, por lo que la decisión final quedó en manos del Virrey del Perú.
El sacerdote regresó a Lima en 1611, iniciando las gestiones para imponer la reforma con el apoyo del Virrey y redactó una circular donde se dejaba constancia de las razones y objetivos del nuevo sistema.
El Virrey dio a Valdivia el título de visitador general de las provincias de Chile. Pero, entre los miembros de la sociedad, la reforma fue ampliamente rechazada.
¿Paz con los indígenas?
En 1612 llegó a Santiago, proveniente de Tucumán, el nuevamente designado Gobernador del Reino, Alonso de Ribera. En mayo de ese año, el padre Valdivia arribó a Concepción, donde de inmediato ordenó a los capitanes de los fuertes vecinos suspender las acciones ofensivas, dirigiéndose después al fuerte de Arauco con algunos soldados y cinco indígenas.
Valdivia estaba determinado a hacer cumplir las órdenes reales, disponiéndose la eliminación de fuertes, la entrega de prisioneros -hombres y mujeres- y el envío de misioneros al territorio indígena.
En diciembre siguiente, Valdivia, el Gobernador Ribera y las tropas españolas se encontraron con los enviados indígenas en Paicaví, donde celebraron un acuerdo de paz.
En esa conferencia, el sacerdote les anunció la demolición del fuerte de Paicaví y el envío a los mapuche de dos misioneros para predicar la fe católica.
Enemistado con el Gobernador
Con respecto a los sacerdotes misioneros, Valdivia envió a los padres Martín de Aranda y Horacio Vechi, quienes se adentraron en territorio indígena solamente para encontrar, en definitiva, la muerte.
Este suceso obligó al padre a aprobar la defensa militar de los territorios ubicados al norte de la frontera de Arauco, debiendo justificarse con mucho cuidado la acción defensiva de los españoles ante los ataques indígenas.
Paulatinamente, Valdivia y Ribera empezaron a distanciarse, y la enemistad entre ellos hizo crisis en 1614 con críticas y quejas mutuas.
A pesar de las presentaciones en contra del sistema de guerra defensiva, la Corona española optó por mantenerlo en 1615.
En enero de 1617, a propósito de esto, el Rey Felipe III le recomendaba al Valdivia que «procurase vivir en armonía con Ribera», quien moriría unos meses después.
Fracaso de su sistema
La oposición a la guerra defensiva fue creciendo y en 1619 Luis de Valdivia partió a Lima y a España a defender nuevamente su aplicación; sin embargo, Felipe III ya no estaba tan dispuesto a colaborar con el jesuita. El Rey le concedió entonces el cargo de Consejero de Indias.
En 1621, Valdivia se retiró a Valladolid donde sirvió el cargo de Prefecto de Estudios y de Director de la Congregación de Sacerdotes en el Colegio de San Ignacio. El sistema de guerra defensiva fue abandonado.